¿Qué es estar enfermo? La OMS define la enfermedad cómo: «Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible».
Todos los procesos que se dan en nuestro cuerpo cada día tienen el fin de mantener la homeostasis (estabilidad del medio interno).
Si se rompe esta homeostasis es cuando se produce la enfermedad y, por ende, nos sentimos mal. Esa sensación de «estoy malo» es la manera que tiene el cuerpo de avisarnos de que algo no está funcionando como debería.
Ese «algo» puede ser un virus que nos ha infectado, y entonces la causa del malestar sería extrínseca o bien puede ser que comí demasiado y ahora me duele la barriga, y entonces sería intrínseca.
Índice de contenido:
Diferencia entre signo y síntoma
Muchas veces son términos que suelen confundirse.
Síntoma se refiere a la parte subjetiva de proceso de enfermedad. Se trata de nuestra percepción personal. No es una variable cuantificable y el personal sanitario debe fiarse de la descripción del enfermo. Ejemplos de síntomas sería dolor, mareo, naúseas, somnolencia…
Signo se refiere a la parte objetiva, visible y clínicamente fiable del proceso. Ejemplos de signos sería fiebre, hipoglucemia, enrojecimiento, hinchazón…
Etiología, ¿qué es estar enfermo?
La etiología hace referencia al estudio del origen de la enfermedad, es decir, su causa.
Las causas de una enfermedad son muy diversas y, como ya se comentó, el origen puede estar en nuestro propio organismo o bien ser un elemento del ambiente. Los agentes causales extrínsecos más comunes son: bacterias, virus, hongos y parásitos. Y en menor medida protozoos y priones. En cuanto a los agentes causales intrínsecos se puede citar alergias, problemas autoinmunes, intolerancias, problemas genéticos…
Es muy importante conocer la etiologia, es decir, la causa, de nuestro malestar para así poder atacar el problema. Por ejemplo, una infección de orina puede estar causada por diversas bacterias: Escherichia coli, Proteus, Pseudomonas.
El proceso de ponerse malo.
Para estudiar la homeostasis y el proceso de ponerse malo, se tomará como ejemplo una de las enfermedades más comunes: el resfriado.
El resfriado es una infección vírica, generalmente producida por Rhinovirus. Afecta al tracto respiratorio causando estornudos, tos, picor de garganta, somnolencia, fiebre baja, malestar general y picor de ojos. Suele tardar entre una semana y 10 días en curarse.
No existe tratamiento ante el virus, pero sí existen tratamientos sintomáticos que nos ayudarán a llevar mejor las molestias: mucolíticos, analgésicos, antitusivos… Una vez infectados, se recomienda reposo, pues será nuestro sistema inmune quién se ocupe del virus.
Se contagia mediante las microgotas de saliva que se expulsan al hablar, estornudar, toser.. Una vez nos infectamos, el virus afecta el sistema respiratorio superior, permaneciendo en la mucosa nasal, donde se replica en el interior de nuestras células. Una vez se ha replicado un determinado número de veces, lisa a la célula (es decir, la hace «explotar») y sale al exterior, infectando a otras células.
Pero, ¿qué causa el malestar característico de esta enfermedad? Una vez estamos infectados, nuestro cuerpo pone en marcha al sistema inmune, que es el encargado de defendernos. Es entonces cuando se comienzan a secretar unas moléculas conocidas como citoquinas, que promueven la inflamación. Estas citoquinas pro-inflamatorias son las responsables de la sintomatología característica del virus.
La homeostasis y la respuesta inmune
Mientras se está en proceso de ponerse malo, se pone en marcha el sistema inmune. Es un sistema sofisticado que nos protege de las agresiones externas y que busca recuperar la homeostasis en el organismo.
Cuando un microorganismo penetra en nuestro cuerpo, de inmediato es reconocido como extraño, gracias a unos antígenos llamados HLA, que permiten diferenciar entre lo propio y lo externo. Una vez se ha reconocido, el cuerpo se prepara para defenderse y recuperar la homeostasis que se ha visto perturbada. Para realizar esta tarea, existen varios tipos de células, algunas se encargan de secretar moléculas, como las citoquinas, para avisar a las demás células de que hay una invasión.
Otras, como los macrófagos, «se comen» al agente invasor, lo digieren y presentan trocitos suyos a otras células, diciendo «preparaos que nos están atacando».
Después, una vez que nos hemos curado y hayamos recuperado esa homeostasis, una pequeña parte de las células que nos han defendido, los linfocitos, se convierten en linfocitos de memoria, es decir, recuerdan qué nos han atacado, así, en caso de haber una segunda exposición al patógeno, la actuación es muchísimo más rápida y el proceso de defensa, más eficiente.
Es por esto que la enfermedad de la varicela, causada por un virus, sólo se sufre una vez: genera linfocitos de memoria. En caso de una segunda exposición al virus la homeostasis no se verá alterada gracias a esta memoria, no volvemos a padecer la enfermedad.
En ocasiones, nuestro sistema inmune reacciona frente a moléculas que son completamente inofensivas, dando los cuadros alérgicos o también puede reaccionar frente a elementos propios, dando el cuadro de enfermedades autoinmunes, como la enfermedad de Crohn.