Antiguamente, una simple herida se podía infectar causándonos la muerte. Esto cambió cuando en 1928, Alexander Fleming descubrió la penicilina, el primer antibiótico. A partir de ahí se comenzaron a descubrir nuevos antibióticos de distintas índoles, que tenían como objetivo la cura de enfermedades infecciosas causadas por bacterias. Son capaces de desarrollar resistencia a los antibióticos, haciendo que estos pierdan todo su efecto contra ellas. Si esto sigue así se estima que en 2050 morirá más gente por infecciones bacterianas que por cáncer. Afortunadamente se están empezando a investigar nuevas alternativas. Una de ellas es la fagoterapia, que se basa en el uso de bacteriófagos o fagos para acabar con las bacterias patógenas.

¿Qué son los bacteriófagos o fagos?

Los bacteriófagos o fagos no son más que virus capaces de infectar a bacterias. Son las entidades biológicas más abundantes del planeta tierra. Estos virus pueden seguir dos ciclos, el lítico o el lisogénico: 

• Ciclo lítico: el virus reconoce a la bacteria y le inyecta su material genético. Este material genético es usado para la síntesis de los componentes de los nuevos virus. Más tarde, estos componentes se ensamblan, dando lugar a nuevos viriones (partículas víricas con capacidad infectiva) que son capaces de destruir la envoltura de la bacteria gracias a ciertas enzimas que producen. Los viriones libres pueden así infectar a más bacterias.

• Ciclo lisogénico: el virus reconoce a la bacteria y le inyecta su material genético. El material genético se introduce en el cromosoma de la bacteria y ahí permanece inactivo, transmitiéndose de generación en generación. Cuando se produce una alteración en el medio celular, el material genético vírico se libera y puede iniciarse el ciclo lítico.

¿Qué es la fagoterapia?

La fagoterapia se basa en la utilización de fagos líticos (que siguen el ciclo lítico) para eliminar bacterias patógenas que nos causan enfermedades.

Ya se usó a principios del siglo XX, pero se terminó abandonando en la mayoría de países debido a la poca información que se tenía y a la aparición de los antibióticos. Se siguió utilizando mayormente en la Unión Soviética (actual Rusia). Se utiliza para el control de enfermedades en explotaciones agrícolas y animales, estando aprobada por la FDA.

Ventajas

En este caso las ventajas superan claramente a los inconvenientes. Algunas de estas ventajas son:

• Alta especificidad: una especie de bacteriófago suele ser capaz de infectar solamente a una especie de bacteria, como mucho a especies del mismo género. Esto hace que la utilización de bacteriófagos no interfiera con nuestra flora, evitándonos así problemas derivados de esto.

• Autodosificación: los bacteriófagos son capaces de multiplicarse cuando infectan a una bacteria, aumentando el número de estos disponible para infectar a otras bacterias y acabar con ellas. De esta forma, una sola dosis sería suficiente en la mayoría de los casos.

• Baja toxicidad: como son tan específicos, no son capaces de infectar a células humanas, por lo que su toxicidad hacia nosotros es nula.

• Rápido descubrimiento: se pueden aislar fácilmente a los bacteriófagos, ya que están presentes en la mayoría de los ambientes.

• Capacidad de penetrar en biofilms: a diferencia de los antibióticos, son capaces de atacar a las bacterias que están formando biofilms.

• Bajo impacto medioambiental: no constituyen un problema medioambiental ya que están formados por proteínas y ácidos nucleicos. Además, los fagos ya están presentes de forma natural en los ecosistemas.

• Posibilidad de modificación genética: estas entidades biológicas tienen un material genético muy simple. Esto los hace candidatos para la modificación genética con diversos fines, como la eliminación de resistencias que poseen algunas bacterias.

• Bajo coste: para utilizar un fago habría que hacer crecer a su hospedador y posteriormente aislar el fago, lo que no supone un gran gasto económico.

Inconvenientes

No todo es de color de rosa en esta nueva terapia, ya que también presenta algunos inconvenientes:

• No todos los fagos son buenos candidatos para esta terapia: sólo los fagos que siguen el ciclo lítico son aptos para este tipo de práctica. Además tienen que mantenerse estables en el organismo y no perder su capacidad infectiva, entre otras cosas.

• Alta especificidad: sí, ya se que esto también lo he puesto en ventajas, pero dejad que os explique. Dado que los bacteriófagos infectan normalmente a una sola especie de bacteria, los profesionales sanitarios verían la necesidad de identificar esta especie para poder utilizar el fago correspondiente. Esto se podría solucionar mediante la creación de «cocktails» de fagos, que son combinaciones de distintos fagos destinados a tratar enfermedades causadas por bacterias típicas.

• Detección por parte del sistema inmune: se ha visto en estudios que el sistema inmune humano es capaz de desarrollar anticuerpos contra los fagos, ya que los detecta como intrusos.

• Desarrollo de resistencias por parte de bacterias: sí, las bacterias también se pueden volver resistentes a los fagos. Pero los fagos son entidades biológicas sujetas a evolución, por lo que son capaces de desarrollar nuevas formas de infectar a las bacterias. Además, se podría vencer esta resistencia mediante la modificación genética de nuestros fagos.

¿Debemos acabar definitivamente con los antibióticos?

Además de la utilización del fago completo, se ha barajado el posible uso de las enzimas que este utiliza para lisar (penetrar) a la bacteria. Son las endolisinas, pero esto es un tema que da para otro artículo. La conclusión de todo esto es que la fagoterapia constituye una alternativa prometedora a los antibióticos ante el gran problema que se acerca. La era post-antibióticos está aquí y no podemos quedarnos de brazos cruzados viendo como nuestras armas se vuelven inefectivas. Voy a acabar el artículo con lo que suelen acabar la mayoría de estudios científicos: “further research is needed”. Porque es verdad que estamos en el buen camino, pero necesitamos destinar más medios a la investigación para seguir en él, algo que nuestros gobiernos no valoran en exceso.

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