Una vacuna es cualquier preparación que tiene como objetivo generar en el organismo inmunidad frente a un patógeno. En este artículo veremos cómo actúan las vacunas y cuántos tipos distintos existen.
La inmunización ante un patógeno se produce cuando el organismo dispone de mecanismos específicos para responder y resolver un ataque de ese patógeno. La inmunización se puede conseguir de forma activa o pasiva. En este texto, nos centraremos en la inmunidad activa artificial y en explicar cómo actúan las vacunas.
Índice de contenido:
La inmunidad activa artificial.
Cuando los linfocitos B y los linfocitos T son activados por un patógeno, se desarrollan linfocitos B y linfocitos T de memoria, que «recordarán» cada patógeno específico encontrado, y serán capaces de responder de forma específica e inmediata si el patógeno es detectado de nuevo.
Para entender cómo actúan las vacunas debemos comprender primero cómo se puede producir el procedimiento de inmunización.
De forma espontánea:
Ocurre cuando una persona está expuesta a un patógeno vivo de forma natural (sufre la infección), y desarrolla una respuesta inmune primaria, que lleva a una memoria inmunológica.
La memoria inmunológica es la capacidad del sistema inmunitario para reconocer rápida y específicamente un antígeno que el cuerpo ha encontrado previamente e iniciar una respuesta inmunitaria correspondiente.
De forma artificial:
Es el proceso que conocemos como vacunación. La inmunidad no es inmediata, sino que se consigue al cabo de unos 21 días, pero se mantiene durante mucho tiempo.
Clasificación de las vacunas.
Existen muchos tipos de vacunas; la principal clasificación de las vacunas es la siguiente:
Vacunas vivas atenuadas.
Contienen microorganismos cultivados bajo condiciones que anulan su capacidad patogénica; a pesar de ello, no se deben administrar a personas inmunodeprimidas. La respuesta obtenida con este tipo de vacuna es muy duradera y generalmente no es necesaria una vacunación de refuerzo. Ejemplos: vacunas contra la fiebre amarilla, sarampión, rubeola o paperas.
Vacunas inactivadas.
Contienen microorganismos muertos mediante sustancias químicas o calor, y que ya no son infecciosos. Son vacunas más seguras pero menos eficientes que la anteriores, y la mayoría de ellas requieren una vacunación de refuerzo. Ejemplos: vacunas contra la gripe, cólera, peste o hepatitis A.
Toxoides.
Son toxinas bacterianas inactivadas con formol o calor; conservan su capacidad antigénica pero no su patogenicidad. Ejemplos: vacunas contra el tétanos o difteria.
Polisacáridos capsulares.
En muchas bacterias encapsuladas, los polisacáridos de la cápsula son las moléculas que actúan como antígenos, y la formación de anticuerpos contra esos polisacáridos protege contra la infección bacteriana. Por esta razón se utilizan estas moléculas para elaborar vacunas. Ejemplos: vacunas contra el meningococo, neumococo o Haemophilus influenzae.
Subunidades virales.
Contienen fragmentos de virus. Por ejemplo, la vacuna plasmática frente a la hepatitis B contiene un antígeno de superficie del virus purificado e inactivado
Vacunas sintéticas.
Se están realizando enormes esfuerzos en la producción de antígenos microbianos puros por métodos químicos o por ingeniería genética que en un futuro próximo pueden sustituir a las vacunas clásicas. Ejemplo de ello son las posibles vacunas peptídicas obtenidas por métodos químicos o las proteínas inmunizantes obtenidas por recombinación genética; de momento no hay comercializada ninguna de las primeras aunque sí de las segundas: las nuevas vacunas de la hepatitis B.
Vacunas de vectores.
Las vacunas basadas en vectores vivos utilizan como vehículos virus o bacterias atenuados a los que se ha insertado por recombinación genética, el gen o genes correspondientes. Potencialmente son ideales ya que producen la misma respuesta inmune, en magnitud y duración, que los vectores de procedencia, pero sin asociar su riesgos de patogenicidad. Dentro de la clasificación de las vacunas, este tipo se encuentra en fase totalmente experimental.
Vacunas con ADN.
Se trata de plásmidos de ADN bacterianos que llevan insertados los genes codificadores del agente inmunógeno que interesa; se inyectan por la vía intramuscular. También están en fase experimental.
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Referencias:
- Módulo transversal. Fisiopatología general (2015) – Altamar