Como seres humanos nos preocupa que nuestras capacidades funcionales se encuentren cada vez más desarrolladas. También nos interesa que una salud de calidad nos acompañe en nuestra vida.
Este artículo sobre cortisol te invita a conocer una pequeña parte sobre cómo la química del cerebro y nuestras experiencias vitales se vinculan.
Índice de contenido:
Comencemos hablando de estrés
Cuando se menciona en el mundo científico al estrés, se suelen referir a él como un proceso de adaptación y reacción ante un cambio ambiental o ante situaciones angustiosas que nos mantienen bajo presión.
Estas situaciones son interpretadas por el organismo como amenazantes para nuestro normal funcionamiento, demandando una adaptación o reajuste a nivel fisiológico y/o conductual para adecuarse al bienestar necesitado por la persona que vivencia las experiencias estresantes.
Cortisol y estrés
El estrés genera una activación del sistema nervioso, en concreto del sistema nervioso simpático (Figura 1), y de un conjunto complejo que se denomina eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal (HPA), donde interaccionan el hipotálamo (estructura que se encuentra en la base del cerebro), la glándula pituitaria (o hipófisis, que se ubica en la base del cerebro, cerca del hipotálamo, por encima y detrás de la nariz) y la glándula suprarrenal (son dos glándulas y se encuentran, cada una, ubicada encima de cada riñón) .
Las interacciones que se dan entre estas tres estructuras controlan nuestras reacciones a los estresores. Una vez que aparece este proceso de reacción del organismo se liberan, a través del eje HPA, glucocorticoides (hormonas de la familia corticosteroides) al torrente sanguíneo, de manera especial se libera el cortisol (hormona del estrés).
El cortisol (Figura 2) es una hormona cíclica. En el final de la tarde y en la noche suele disminuir su presencia en el organismo para permitirnos el descanso. A lo largo de la madrugada va incrementando, para permitirnos estar activos, llegando a estar en su momento más alto alrededor de las 8 de la mañana.
Su presencia en el sistema nervioso autónomo moviliza la energía, modula la actividad inmunológica y mental e interviene en el crecimiento y en la actividad reproductiva.
Los recursos que se activan en el cuerpo y el cerebro ante la presencia de dicha hormona, tienen como principal objetivo preparar al organismo para responder ante las amenazas. La respuesta puede darse mediante conductas de lucha o la huida, aunque también puede ocurrir una paralización o bloqueo.
Pero esto no solo sucede ante situaciones de peligro reales sino también ante emociones o pensamientos que resulten preocupantes o perturbadores para la persona.
Cuando permanecemos un largo período de tiempo imaginando que estamos en una situación de amenaza o si realmente nos encontramos viviendo períodos altamente estresantes, es probable que el organismo se encuentre «intoxicado de cortisol», así le denomina la psiquiatra Marian Rojas Estapé. Este estado provoca que comiencen a producirse cambios en el cuerpo y la mente, vinculándose íntimamente con la salud física y mental.
Algunos de los efectos que se pueden percibir son: cambios en el aparato intestinal, caída del pelo, temblor del párpado, irritabilidad, peor descanso, fallos en atención y memoria, o síntomas de ansiedad y depresión.
En una revisión bibliográfica publicada en la Revista Nutrición Hospitalaria se identifican, entre los artículos analizados, diferentes consecuencias del incremento de cortisol como la reducción de la función inmunológica propia del organismo afectando a la cicatrización y conduciendo a un incremento del tiempo de recuperación. Además se detecta déficit de crecimiento físico en niños y un aumento de la presión arterial en niños y adultos.
Memoria, cortisol y su relación con el hipocampo
La «intoxicación de cortisol» puede afectar a diferentes regiones del cerebro como el lóbulo frontal, la amígdala o el hipocampo (Figura 3), estructuras que se relacionan con las emociones y la memoria.
Ya desde 1960 Seligman, Maier y Overmier acuñan el fenómeno «indefensión aprendida», refiriéndose con el uso de este término al descubrimiento en animales de la afectación que sufren en la capacidad de guardar y captar información al experimentar un estado alterado inevitable.
En los estudios realizados por Maier y Seligman (1976) en ratas, perros, peces y humanos, se determina y muestra funcionamiento deficitario también del aprendizaje y la memoria tras la exposición a situaciones estresantes.
El hipocampo participa, entre otras funciones, en la consolidación de algunos tipos de memoria, como la declarativa (explícita) estable en seres humanos. Este tipo de memoria es la encargada de recuperar conscientemente y de forma voluntaria hechos o episodios del pasado.
Esta estructura presenta una de las más altas concentraciones de receptores de corticosteroides (variedad de hormonas implicadas en mecanismos fisiológicos del organismo como la respuesta a los estresores). Esta alta concentración le predispone a una mayor susceptibilidad cuando se extiende en el tiempo la carga emocional o mental percibida por una persona.
¿Cómo nos afecta el cortisol elevado si se prolonga en el tiempo?
En un estudio científico de resonancia magnética funcional se evaluaron la activación cerebral, los niveles de cortisol, el afecto y la frecuencia cardíaca. De este estudio se genera un importante hallazgo.
Durante la experiencia, la exposición al estrés condujo a un incremento de cortisol, de la frecuencia cardíaca y a una mayor experimentación de malestar emocional. Se detectaron cambios en algunas regiones como la amígdala o el hipocampo. Concretamente se percibió una desactivación de estas regiones durante el tiempo de exposición a los eventos estresantes, lo que condujo a cambios en su funcionamiento.
Según lo que conocemos actualmente mediante la intervención de la ciencia, podemos corroborar que la interacción adecuada entre estas dos estructuras podría ser decisiva para consolidar los aprendizajes.
Esta afirmación nos invita a reflexionar y notar el impacto negativo al que estaríamos expuestos si ocurriese una disminución constante de la actividad en estas regiones y en otras que se encargan de recibir e integrar la información sensorial, logrando interponerse ante la transmisión de información entre diferentes áreas del cerebro.
Otro padecimiento que podemos percibir es el incremento de la susceptibilidad en las personas a la aparición de dolencias, que aunque poseen una explicación multifactorial, tienen un enlace directo con los estados de ánimo. Estamos hablando, por ejemplo, de enfermedades cardiovasculares, obesidad, trastornos de tipo gastrointestinales (como pudiera ser el síndrome de colon irritable), diabetes u otras patologías mentales y neurodegenerativas.
Aunque aun se requiere mayor profundización y número de estudios al respecto, en algunos, se ha encontrado que la observación de elevadas magnitud y cantidad de eventos estresantes en la vida de las personas (como pueden ser: conflictos familiares y/o conyugales, la muerte de una persona cercana, la jubilación, o una vivencia de inactividad o estancamiento del estilo de vida), está relacionado de forma frecuente con la posible aparición de deterioro cognitivo leve, la demencia y la enfermedad de Alzheimer.
¿Cómo sé si el estrés que siento se está convirtiendo en algo perjudicial?
Primeramente, es importante practicar la autobservación. Intentar notar los pensamientos predominantes en tu día, las emociones que persisten y la intensidad con la que lo hacen. También puedes analizar a tu propio cuerpo intentando advertir las sensaciones, la importancia y la fuerza que tienen para ti.
Asimismo, notar si prevalecen las sensaciones de malestar, agobio, ansiedad o los pensamientos desagradables constantes.
Advertir alteraciones en el organismo como permanecer todo el tiempo con agitación física: Notar, por ejemplo, palpitaciones, dolor abdominal, en el pecho o dolor de cabeza, dolores musculares diversos si causa aparente, sensación de dificultad en la respiración, respiración agitada o superficial. Además quizás te puede ayudar identificar si tu memoria presenta ciertos fallos constantes que llamen tu atención.
Otro recurso que puedes emplear es comprobar con médicos especializados si ciertos padecimientos inflamatorios en tu organismo, que veías como normales, pueden ser patologías asociadas a la permanencia, durante largos períodos de tiempo, en un estado de alerta constante.
¿Hay esperanzas? ¿Se puede hacer algo?
Dentro de las estrategias de afrontamiento al estrés, se pueden destacar:
- La capacidad de generar una retroalimentación positiva hacia uno mismo, en forma de comprensión y compasión (lo que nos decimos y cómo nos tratamos marca una diferencia). El cómo nos percibimos tendrá un impacto diferente si nos vemos capaces de manejar la situación o si por el contrario nos concebimos como carentes de recursos.
- Cuidar los contenidos que consumes en redes sociales o televisión en tu cotidianidad y de forma especial antes de irte a dormir, te puede ayudar a calmar al sistema nervioso.
- Experimentar la búsqueda de herramientas que faciliten el incremento de secreción de oxitocina, la llamada “hormona del amor”, puede ser una forma de equilibrar el comportamiento del cortisol. Aunque se puede incrementar la producción de oxitocina de varias maneras, sin duda el vínculo con otras personas es un importante medio para combatir las reacciones inflamatorias de nuestro organismo.
- Hacer deporte, practicar alguna técnica de relajación o de meditación como el mindfulness también te puede ayudar a manejar las situaciones difíciles por los efectos que a largo plazo generan en tu cuerpo y mente.
- Los cambios en el estilo de vida o el acompañamiento psicoterapéutico son recursos valiosos y recomendados en la consecución de estrategias que nos permitan detectar y manejar el estado emocional o vital por el que estemos transitando.
Como curiosidad, te cuento sobre un interesante estudio que se realizó. En el mismo, los investigadores analizaron los efectos que tenía, en adultos jóvenes, la visualización y escucha de noticias dadas con un enfoque positivo en lugar del habitual enfoque negativo o sensacionalista.
En el estudio se muestra que leer constantemente noticias comunicadas con una carga negativa está asociado con un incremento de la carga emocional y con un mayor recuerdo, sobre todo en mujeres, de estas noticias.
Continuaron el experimento exponiéndoles a noticias con un enfoque positivo y optimista.
Aunque esta nueva exposición no mostró a priori un cambio en la secreción hormonal, la memoria o el afecto, se manifiesta que si se percibe la presentación de la información en forma de estímulos neutrales o positivos, estaremos evitando la producción de los picos de cortisol y con ellos nos estaríamos ahorrando los costes tanto psicológicos como fisiológicos.
Existen múltiples herramientas que se pueden integrar y que impactarán en el estilo de afrontamiento que cada cual adquiera.
Conclusión
Debemos tener en cuenta que la producción de cortisol es natural y necesaria para nuestro correcto funcionamiento.
Vivir cierto estrés o ansiedad es completamente normal, forma parte de nuestro organismo y de nuestra evolución e incluso puede ser beneficioso en actividades de rendimiento o cognitivas.
Estresarnos no es necesariamente negativo, pero, como casi todo en la vida, el exceso es perjudicial, es decir, sostenerlo por prologados períodos de tiempo y además a niveles muy elevados nos termina pasando factura.
El incremento y liberación constante de cortisol puede conducirnos a inflamación en el cerebro y en el cuerpo que conlleven a diferentes padecimientos de salud. Ante lo cual debemos permanecer atentos, tomando las medidas preventivas que estén a nuestro alcance e incrementando el conocimiento y comprensión que poseemos sobre nosotros mismos.
Artículo editado por Eva Gil Hernández
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