Saltar al contenido

Olvido: ¿amigo o enemigo? 1 de los misterios de la memoria

Andrea Rojas Martínez

Andrea Rojas Martínez

La memoria es una de las facultades más sorprendentes del ser humano, pero también una de las más misteriosas. A lo largo de la vida, todos experimentamos momentos en los que olvidamos algo importante, como el nombre de alguien o dónde dejamos las llaves. Esto nos lleva a preguntarnos si el olvido es una ‘limitación molesta’ o, en realidad, una ‘ventaja’ en la maquinaria de nuestra mente. En la última década, la ciencia ha dirigido su enfoque hacia cómo y por qué los recuerdos pueden perderse, pero aún no ha llegado a conclusiones definitivas.

En este artículo discutiremos las principales teorías que intentan explicar este particular proceso situándose a favor o en contra del olvido como una función imprescindible, así como su papel en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Seguro nos hará reflexionar sobre el significado e importancia de estos procesos.

¿Cómo olvidamos?

Para poder discutir si el olvido es un proceso con un significado funcional, es importante entender primero sus bases. Existen varios enfoques para abordar el concepto de ‘olvidar’, pero en términos generales, se puede definir como la incapacidad de acceder a un recuerdo que antes estaba disponible. Cómo se promueve este ‘déficit’ todavía está por concretarse.

Los científicos han propuesto varias teorías para explicar el proceso del olvido. Algunas de las más relevantes se incluyen a continuación:

Olvido
Figura 1. Teorías sobre los posibles mecanismos involucrados en el olvido. Esquema adaptado de Moreno A. (2021), se reflejan cuatro de las principales teorías propuestas.

1. Extinción. Sugiere que ciertas asociaciones de memoria se desvanecen con el tiempo, permitiéndonos aprender nuevas cosas al establecer nuevas asociaciones. Por ejemplo, una canción que antes nos podría parecer desagradable por una mala experiencia, puede terminar siendo nuestra favorita al asociarla con un lugar o persona especiales. Digamos que habríamos borrado ese anterior recuerdo sustituyéndolo por uno nuevo.

2. Interferencia. La acumulación de nuevos recuerdos puede entorpecer la recuperación de los antiguos, especialmente si son similares -por ejemplo, en cuanto a tiempo u espacio-. Ocurre cuando la acumulación de nuevos recuerdos similares dificulta la recuperación de los antiguos. Por ejemplo, recordar si dejaste tu teléfono en el salón o en la cocina puede ser complicado si has hecho ambas cosas en el pasado, ya que las representaciones mentales de ambas acciones pueden entremezclarse. En esta situaciones probablemente necesitaríamos algún otro elemento diferenciador para poder deducirlo. Es por esto que cuando estudiamos, muchas veces necesitamos recurrir a códigos de colores, para posteriormente poder recuperar de forma más selectiva la información que nos interesa.

3. Neurogénesis. Se refiere a la creación de nuevas neuronas que pueden interferir con las redes de memoria existentes. Esto está relacionado con la teoría de los engramas, que son como ‘huellas’ en el cerebro donde se almacenan los recuerdos. Específicamente son conexiones fortalecidas entre neuronas que facilitan la activación -y con ello la recuperación- de esos recuerdos. Si nuevas neuronas interrumpen estas redes, podrían cambiar la configuración de esta ‘red de memoria’ y dificultar la recuperación de los recuerdos. Simplificando, sería como si siempre usáramos la misma ruta para llegar a un lugar y luego nos desviaran por otro camino. Aunque llegaríamos a nuestro destino, no sería tan automático como antes.

4. Depotenciación. Siguiendo con estas redes de memoria o engramas, la neurogénesis no sería la única forma de entorpecer su activación. La fuerza con la que se activan las redes de memoria o engramas puede disminuir con el tiempo, haciendo que sea más difícil recuperar ciertos recuerdos debido a la falta de ‘uso’ de esas conexiones. Esto podría explicar por qué algunos recuerdos se desvanecen con el tiempo, pero aún podemos recordar vagamente cosas de hace años. La clave radica en la fuerza inicial de la red neuronal que sustenta el recuerdo, especialmente si tiene fuertes asociaciones con elementos como lugares, sensaciones o emociones intensas, lo que hace que la red sea más robusta y duradera. Esta teoría ayuda a entender por qué algunos recuerdos se mantienen con el tiempo mientras que otros, menos significativos para nuestra vida diaria, se desvanecen.

¿Por qué olvidamos?

Hemos visto los diferentes mecanismos que podría tener nuestro cerebro para borrar o dificultar determinados recuerdos. Que el organismo destine energía y recursos en mantener determinados mecanismos no suele ser sin sentido -si no le es útil, no va a perder tiempo con ello-. Entonces, ¿podríamos considerar que el olvido es una ventaja?

En primer lugar, puede mejorar nuestra capacidad de adaptación. El olvido selectivo de determinados recuerdos mejora nuestra adaptación al permitirnos procesar información de manera más eficiente y tomar decisiones más rápidas, ya que nos enfocamos en lo que consideramos relevante. Esto es similar a un ordenador nuevo con un disco duro casi vacío, que funciona más rápido que uno lleno porque el procesamiento de datos es más rápido.

Además, el olvido nos permite actualizar nuestros conocimientos según las circunstancias. En entornos estables -sin novedades-, los recuerdos de larga duración son útiles. Por el contrario, en situaciones novedosas, el olvido juega un papel crucial al permitirnos aprender nuevas cosas y adaptarnos a estos cambios. Aquí nuestro cerebro depotenciaría redes de memoria con información ‘desactualizada’ y afianzaría aquellas que guardan la nueva información. En otras palabras, redirigiría los recursos a establecer nuevos engramas al dar más importancia a lo nuevo, permitiéndonos así aprender.

Figura 2. El olvido como forma de neuroplasticidad adaptativa. Los engramas son como bloques de construcción de la memoria que se forman cuando experimentamos cosas nuevas. Estos bloques son como predicciones sobre lo que podría pasar a continuación. Si nuestras predicciones resultan ser correctas, nuestros recuerdos se mantienen igual. Pero si algo nuevo e inesperado ocurre, actualizamos nuestros recuerdos para incluir esa nueva información.Por otro lado, si nuestras predicciones resultan ser incorrectas y no podemos recordar algo, nuestro cerebro tiene una forma de olvidar esa información incorrecta. Es como si hubiera interruptores en nuestro cerebro que hacen que esa información sea menos accesible. Así, nuestros recuerdos se adaptan y cambian con base en lo que experimentamos.Recuperado de Ryan et al.

El aspecto emocional también es relevante. En situaciones traumáticas, como el estrés postraumático, el olvido puede ser una forma de protección emocional. Al suprimir ciertos recuerdos dolorosos, nuestro cerebro nos ayuda a lidiar con el trauma.

¿Es el olvido un proceso absoluto?

Todas estos parecen ejemplos que argumentan a favor de la ventaja que supone tener mecanismo destinados a poder olvidar. Sin embargo, estudiando estas implicaciones se podría intuir que, como en el caso del estrés postraumático, muchos de estos recuerdos son susceptibles a recuperación.

Según diferentes estudios, esta capacidad de recordar u olvidar se adapta a los objetivos y comportamientos de cada individuo, donde las emociones juegan un papel fundamental. Algunas personas prefieren recordar experiencias dolorosas como punto de partida para aprender, mientras que para otras, estas mismas experiencias pueden ser un obstáculo que les impida avanzar, teniendo por tanto el efecto contrario.

En consecuencia, el olvido podría definirse como un espectro en función del grado de accesibilidad a los recuerdos y no necesariamente como un proceso absoluto. Dependiendo de si se ha perdido en mayor o menor medida el contenido o el contexto, un recuerdo podrá ser recuperado en mayor o menor medida en el futuro. En otras palabras, en la mayoría de los casos, no eliminamos completamente un recuerdo, sino que simplemente se vuelve menos accesible. Esto significa que, en situaciones adecuadas, aún podemos recuperar información que pensamos que habíamos olvidado.

Figura 3. Un amplio espectro de olvido. Modelo de Ryan et al en el que la probabilidad de reactivación de un engrama (la capacidad de recordar) varía en función de la accesibilidad a este en formas patológicas y no patológicas. En un extremo (por ejemplo, en estados amnésicos severos), la reactivación del engrama no es posible debido a la destrucción del propio engrama. En el otro extremo, el engrama es muy accesible y la reactivación se produce con excesiva fidelidad. Entre estos dos extremos se encuentra el olvido no patológico o natural (por ejemplo, la memoria dependiente del estado de ánimo: no es lo mismo estar estresado que relajado intentando recordar algo). MCI; deterioro cognitivo leve (de sus siglas en inglés); TCE; lesión cerebral traumática (de sus siglas en inglés).

De esta forma, en la mayoría de las situaciones el olvido se trataría de una incapacidad de recuperar determinados elementos de un recuerdo potencialmente salvable. Siendo de hecho, las situaciones de olvido completo las que estarían relacionadas con situaciones patológicas como el Alzheimer.

El olvido y la neurodegeneración

Es precisamente en este tipo de alteraciones donde las funciones del olvido podrían dejar de ser
ventajosas. Se cree que los mecanismos expuestos anteriormente son los mismos que estarían
interviniendo, aunque de forma patológica, en estas situaciones.

Por ejemplo, la acumulación en el cerebro del péptido beta-amiloide (una molécula cuya acumulación constitute una de las principales causas del Alzheimer) se cree que podría estar promoviendo el borrado de determinados tipos de memoria al corromper los engramas. Más allá de la muerte neuronal que podría ocasionar -ya que es tóxico para estas células- puede corromper los engramas de la misma forma que podría hacerlo la neurogénesis. Esto promovería a su vez la depotenciación al dificultar la activación de estas redes, lo que con el tiempo, por falta de uso, llevaría a su ‘extinción’.

Por otra parte, en determinados pacientes puede darse interferencias entre recuerdos, por ejemplo, a nivel de contexto. Estos pacientes suelen presentar ciertas dificultades para localizarse correctamente en el espacio-tiempo, lo que promovería un fenómeno de familiaridad entre elementos que suelen ser elementos útiles para recordar. En consecuencia, tendría lugar incluso la generación de ‘falsos recuerdos’ -por ejemplo, haber hablado con una persona en el parque pero recordar haberlo hecho en el supermercado-.

Es por ello que es tan importante conocer y entender todos estos mecanismos. Es entonces cuando se podría desde el punto de vista clínico mejorar situaciones patológicas como estas.

Conclusión: ¿es algo bueno o malo?

Parece existir un sentido funcional para que los seres vivos dediquemos mecanismos específicos a borrar determinados recuerdos, aunque como hemos visto no sea necesariamente de forma irreversible. Sin embargo, estos mecanismos pueden sufrir un cambio de paradigma al volverse en nuestra contra en situaciones patológicas.

Tal y como se mencionaba al comienzo de este artículo, los mecanismos que subyacen esta incapacidad de recordar están aún por precisar, siendo por ello necesario mayor investigación y estudio en el área.

Pero ¿qué opináis vosotros? ¿Consideráis ahora el olvido como algo positivo o como una limitación?Si queréis indagar más sobre este tema, además de la lista de referencias del siguiente apartado, os dejamos un artículo sobre el funcionamiento de la memoria y otro sobre el estudio del Alzheimer.

Artículo editado por Equipo de Microbacterium

Bibliografía

  1. Moreno A. (2021). Molecular mechanisms of forgetting. The European journal of neuroscience54(8), 6912–6932. https://doi.org/10.1111/ejn.14839
  2. Ryan, T. J., & Frankland, P. W. (2022). Forgetting as a form of adaptive engram cell plasticity. Nature reviews. Neuroscience23(3), 173–186. https://doi.org/10.1038/s41583-021-00548-3
  3. Nørby S. (2020). Varieties of graded forgetting. Consciousness and cognition84, 102983. https://doi.org/10.1016/j.concog.2020.102983
  4. Brewin C. R. (2018). Memory and Forgetting. Current psychiatry reports20(10), 87. https://doi.org/10.1007/s11920-018-0950-7
  5. Anderson, M. C., & Hulbert, J. C. (2021). Active Forgetting: Adaptation of Memory by Prefrontal Control. Annual review of psychology72, 1–36. https://doi.org/10.1146/annurev-psych-072720-094140
  6. Bjork, R. A., & Bjork, E. L. (2019). Forgetting as the friend of learning: implications for teaching and self-regulated learning. Advances in physiology education43(2), 164–167. https://doi.org/10.1152/advan.00001.2019
  7. El Haj, M., Colombel, F., Kapogiannis, D., & Gallouj, K. (2020). False Memory in Alzheimer’s Disease. Behavioural neurology2020, 5284504. https://doi.org/10.1155/2020/5284504
  8. Miller R. R. (2021). Failures of memory and the fate of forgotten memories. Neurobiology of learning and memory181, 107426. https://doi.org/10.1016/j.nlm.2021.107426
  9. Sekeres, M. J., Moscovitch, M., Winocur, G., Pishdadian, S., Nichol, D., & Grady, C. L. (2021). Reminders activate the prefrontal-medial temporal cortex and attenuate forgetting of event memory. Hippocampus31(1), 28–45. https://doi.org/10.1002/hipo.23260

WhatsApp
Twitter
Facebook
LinkedIn
Telegram

Únete como institución:

Permite a toda tu institución divulgar aquí

Únete como grupo:

Divulga las investigaciones de tu grupo de investigación

Únete a la plataforma:

Empieza a divulgar ciencia sin límites