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Permafrost: una amenaza potencial

Francisco Javier Mateos Cabello

Francisco Javier Mateos Cabello

Biólogo y defensor de la belleza de nuestro planeta. Siempre orientado a la educación y divulgación ambiental, intentando concienciar que es sólo una Tierra la que tenemos y debemos mantenerla lo más intacta posible.

Cambio climático y calentamiento global son procesos que afectan a todo el planeta, aunque muchas personas por desgracia no quieran verlo aún. Y hay partes del planeta, desconocidas para la mayoría de nosotros, que sufren incluso sus efectos de una forma más intensa y silenciosa, que no son cubiertas por muchos medios, ya que no se manifiestan con tanta espectacularidad y, además, se ven como zonas muy remotas que creemos no nos afectan.

Estas zonas tan afectadas y ‘remotas’ se encuentran en el Círculo Polar Ártico. Son grandes extensiones de superficie del planeta formadas de permafrost que se están viendo afectadas por las altas temperaturas, lo que está provocando su destrucción acelerada y la consecuente amenaza de otros problemas a añadir a la larga lista que está generando el cambio climático en nuestro hermoso planeta.

¿Qué es el permafrost?

El permafrost es la capa de suelo formado bajo la superficie de la Tierra que ha permanecido congelado al menos durante dos años consecutivos, y que está formado por la unión de tierra, rocas y otros sedimentos que se unen gracias al hielo circundante que actúa como un ‘cemento’. En la mayoría de los casos ese permafrost tiene miles de años de antigüedad. Puede tener de pocos centímetros hasta cientos de metros de profundidad, y aunque suele tener una capa de materia orgánica sobre él, también puede encontrarse en la superficie; y juega un papel importantísimo en estos entornos fríos manteniendo firme la capa de suelo que está sobre él y es la base sobre la que crece vegetación.

La mayor parte del permafrost se encuentra en el Hemisferio Norte, en el Círculo Polar Ártico, comprendiendo una extensión de unos 23 millones de kilómetros cuadrados; para hacernos una idea, equivale aproximadamente a la superficie de Estados Unidos, Alaska y China juntas. Principalmente se encuentra en grandes zonas de Canadá, Alaska o Siberia; pero también se debe mencionar que existe una cantidad importante de permafrost bajo el agua, ya que parte del suelo marino del Océano Ártico que rodea al Polo Norte está congelado.

Figura 3. Distribución del Permafrost en el Hemisferio Norte. Fuente: Proyecto Nunataryuk. GRID-Arendal.

Efectos del cambio climático sobre el permafrost

En el Ártico el aumento de temperatura está reduciendo antiguos glaciares, disminuyendo el hielo marino y, si hablamos de un sistema que está constantemente congelado como es el permafrost, un cambio en el clima. Como es lo que está ocurriendo, hace que éste se vea alterado: el permafrost del planeta se está descongelando, y no sólo el superficial, ya que las altas temperaturas está dejando a la vista las capas más profundas. El permafrost no se derrite de forma gradual, sino que podemos encontrar casos en los que pueden desaparecer grandes cantidades de suelo congelado de la noche a la mañana.

La temperatura que suelen rondar estos suelos se sitúa alrededor de los -6 a -10 grados, pero en las últimas décadas esa temperatura es varios grados mayor, sobre -3 grados. Esto manifiesta que la velocidad a la que se está fundiendo el permafrost en los últimos 30 años se ha multiplicado por 7 y, según el Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Estados Unidos, si se sigue así, el permafrost podría reducirse a la mitad antes del 2050.

Hay que tener en cuenta que en el Círculo Polar Ártico el efecto del aumento de temperatura es de dos a tres veces mayor que en el resto del planeta; es decir, que si hablamos de un aumento de 1,5 grados Celsius a nivel global, en el Ártico se traduce en un aumento de 3 a 4 grados.

Además a ese aumento anual de temperatura se une que en los últimos años se han registrado temperaturas anormalmente altas en las zonas más remotas del planeta, registrándose más de 35 grados que hacen que esta desaparición del permafrost pueda ser más grave. Un ejemplo se puede ver en la ciudad siberiana de Verjoyansk donde en 2020, aún siendo uno de los sitios más gélidos de la tierra con temperaturas de hasta -67 grados Celsius, se registraron más de 38 grados.

Pero debemos mencionar también que la desaparición del permafrost no sólo es debida a un aumento drástico de la temperatura de la Tierra, además el hombre está ayudando activamente a que este proceso se vea acelerado. ¿Cómo? Principalmente por las diferentes explotaciones industriales en la costa norte de Siberia: actividades mineras de oro y otros minerales, así como por la perforación para extraer petróleo y gas.

Según el Instituto de Geofísica de Estados Unidos, el 13% de los recursos mundiales del petróleo, aún no descubiertos, y el 30% de las reservas de gas natural se encuentran en esta región de Rusia y Alaska. Debido a que la capa de hielo para acceder por mar es más fina y el acceso a esas zonas remotas ya no es imposible, el hombre ha llegado a emplazamientos donde el permafrost es predominante, con el consecuente daño que provocamos por este tipo de actividades.

Consecuencias de la pérdida de este sistema

Los efectos del deshielo del permafrost pueden ser más graves de lo que se pueda pensar; de hecho, en los últimos años se han ido cambiando los modelos científicos que buscan anticiparse a las posibles consecuencias provocadas por su deshielo. Esas consecuencias son a nivel local y global por lo que, aunque las veamos distantes, nos afectan a todos los seres humanos.

Figura 4. Consecuencias del cambio climático en el permafrost. Fuente: GRID-Arendal.

Daños y cambios geográficos

Aunque no lo creamos, hay millones de personas que viven literalmente sobre lo que es, de momento, suelo permanentemente congelado en zonas de Rusia, Alaska o Canadá. Al perder esa base donde se asientan, se ven afectadas sus viviendas, carreteras y muchas más infraestructuras, ya que esa descongelación hace que el terreno se vuelva inestable porque el permafrost sobre el que se asienta se descongela.

La mayoría de los asentamientos que existen en estas zonas del Ártico están construidos sobre permafrost que cuando está congelado es más duro que el hormigón, pero a medida que el planeta se calienta rápidamente el suelo que se descongela se erosiona y puede provocar desprendimientos. El hielo marino que también se ve afectado por el aumento de temperaturas provoca que los pueblos costeros se vuelvan más vulnerables a las tormentas y temporales.

Además al derretirse el permafrost se pierde la estructura original del suelo existente provocando un aumento de la erosión del paisaje, que también puede llevar a filtraciones de sedimentos en aguas fluviales afectando negativamente a su calidad, con el consiguiente efecto para los seres vivos que dependan de ellas, tanto seres humanos como animales y plantas de la zona. Hay que señalar que ese deshielo también puede provocar que los ríos se hundan, con el consiguiente aumento en la dificultad para acceder al agua potable.

Figura 5. Cráter de Batagaika en Siberia, fruto del derretimiento del permafrost. Fuente: Google.

Podemos pensar que estos efectos no nos repercuten porque ocurren a nivel local en las zonas donde hay permafrost, pero a nivel global puede afectarnos más de lo creemos. Pero no podemos ser tan egoístas porque, al fin y al cabo, millones de personas llevan generaciones viviendo en esas zonas y dependen de lo que allí tienen.

Liberación de gases de efecto invernadero

Ahora, ¿cómo nos afecta a las personas que no vivimos en esa zona del Ártico? En el permafrost existe mucho carbono orgánico procedente de animales y plantas que al morir quedaron en la zona y no se han descompuesto debido a las bajas temperaturas que existían cuando ocurrió. Pero si aumenta la temperatura y el suelo se descongela, las bacterias que se encuentran latentes por el frío comenzarían entonces a descomponer esa gran cantidad de materia orgánica generando mucho metano y dióxido de carbono, los gases causantes del efecto invernadero, que se liberarían a la atmósfera.

Hay muchísimo carbono que se encuentra almacenado en el permafrost congelado en su interior, pero el problema llegaría si se descongelara. En términos tangibles, se estima que en el permafrost de toda la tierra se albergan 1600 gigatones de carbono, lo que equivale a 1,6×1011 toneladas; casi el doble de lo que podemos encontrar en la atmósfera.

El carbono orgánico que existe en el permafrost no se descompone ni se pudre, pero, cuando el permafrost se descongela, los microbios comienzan a descomponerlo y liberan a la atmósfera gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano. Se trata de una reserva de carbono fósil que no ha formado parte de nuestro sistema terrestre durante muchos miles de años, por lo que no se ha tenido en cuenta en los estudios realizados anteriormente sobre su posible efecto en el calentamiento global, y se podría considerar como una fuente de gases de efecto invernadero tan grande como lo es actualmente China, que es el mayor emisor mundial.  

Liberar una cantidad de carbono de la que no se ha tenido en cuenta al estudiar los posibles efectos de estos gases en la atmósfera, retroalimentaría de forma positiva el proceso de calentamiento global y llevaría a la consiguiente aceleración de ese cambio climático.

Hay que advertir que además de existir mucha materia orgánica, existen en ese suelo congelado otros muchos metales pesados que, al derretirse, pueden filtrarse al agua del suelo y ser tóxicos para la vida. Un ejemplo muy importante es el mercurio, cuya mayor reserva del planeta se encuentra alojada en el permafrost.

Aparición de organismos ya extintos

En estas capas de suelo permanentemente congeladas podemos encontrar restos de materia vegetal, animales o partes de ellos, virus, bacterias y otros organismos de la Edad de Hielo. Al descongelarse el permafrost, se liberan esos indicios de la vida existente en la tierra hace miles de años y que habían permanecido atrapados en ese suelo congelado.

Figura 6. Cráneo de bisonte surgiendo del permafrost. Fuente: Foto de Johanna Anjar. Flickr.

Según el virólogo Jean Michel Claverie, del Laboratorio de Información Genómica y Estructural del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, la pérdida del permafrost podía provocar la vuelta de millones de elementos que se habrían mantenido conservados por esas bajas temperaturas sin saber qué podría ocurrir si reapareciesen microorganismos de hace 3000 o 4000 años.

Esos microorganismos posiblemente patógenos podrían resurgir con mayor capacidad de infectar a nuevos huéspedes como humanos, animales, plantas u hongos; que al no haber estado nunca en contacto con esos organismos, no tienen esa ‘inmunidad’ adquirida por dicho contacto previo, por lo que hablamos de un peligro potencial.

Como ejemplo para entender el peligro que puede haber detrás de esto, lo ocurrido en el norte de Siberia en 2016, donde surgió un brote de ántrax que infectó a decenas de personas y miles de renos, provocando la muerte de un niño de doce años. El origen de la epidemia se pudo deber al cadáver infectado de un reno que quedo oculto en el permafrost hace 75 años y que, con las elevadas temperaturas de ese verano, salió a la superficie liberando la bacteria que lo produce, Bacillus anthracis.

En diferentes estudios y excavaciones a lo largo de los últimos años en diversas zonas árticas se han encontrado fragmentos de ARN de otros virus como el de la gripe española de 1918, o el de la viruela y la peste bubónica. Una consecuencia de la pérdida de suelo congelado por las altas temperaturas puede ser la reactivación de estos virus, así como de otras infecciones que eran mortales en los siglos XVIII y XIX que ya se encontraban erradicadas.

Además se ha dado con organismos totalmente desconocidos para nosotros. En 2014, se consiguió revivir a dos ‘virus gigantes’ que habían permanecido atrapados en el permafrost siberiano durante 30.000 años. Éstos se encontraron a unos 30 metros bajo tierra en la tundra costera y, al revivirse, pasaron a ser infecciosos rápidamente. Por suerte para nosotros, estos virus sólo infectan a las amebas unicelulares, pero puede haber otros que nos afecten directa o indirectamente con consecuencias catastróficas para el ser humano.

Conclusión

El calentamiento global y el cambio climático son conceptos que ya nos resultan muy familiares pero aún dista mucho que conozcamos los efectos reales que pueden provocar en la vida tal como la conocemos en la Tierra. Cada día se conocen más datos y posibles consecuencias que puedan provocar estos fenómenos en nuestro planeta.

Hay que ser conscientes que no se verán sólo afectados fenómenos como la sequía, precipitaciones más fuertes y destructivas, subida del nivel del mar por el derretimiento de los casquetes polares o desaparición de especies, por ejemplo. Además si se daña y desaparece el permafrost, como ya lleva años ocurriendo, aparecerán nuevos peligros potenciales para todos los organismos del planeta.

No debemos detener nuestro empeño de frenar el cambio climático por el bien no sólo de las futuras generaciones, sino incluso de las actuales, porque como se ha mencionado a lo largo de este artículo, «en el Círculo Polar Ártico el efecto del aumento de temperatura es de dos a tres veces mayor que en el resto del planeta«.

Artículo editado por Equipo de Microbacterium

Bibliografía

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Equipo de redacción. Permafrost: una de las grandes amenazas para la Tierra. Iberdrola (iberdrola.com)

Permafrost in the Northern Hemisphere. GRID-Arendal (grida.no)

Global Terrestrial Network for Permafrost (gtnp.arcticportal.org)

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