Los humanos hemos utilizado otros animales como medio de transporte durante miles de años: caballos, dromedarios, camellos, llamas… ¡Y hasta elefantes! Pero, ¿sabéis que eso de usar otras especies con este fin no lo inventamos nosotros, sino que es algo que ya se hacía en el reino animal desde hace más de 300 millones de años? Estamos hablando de la foresis.
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Lo llaman foresis. ¿Qué es?
Efectivamente, a esta relación en la que una especie usa a otra para moverse de un lugar a otro, la ciencia lo denomina foresis o foresía. Esta palabra proviene del griego phorein, que significa literalmente “llevar”. Este tipo de interacción entre especies está englobado dentro del comensalismo, que son aquellas asociaciones entre individuos de diferentes especies en las que uno se beneficia y el otro no obtiene nada a cambio; según la ecología, se representan de la siguiente manera: (+/0).
La definición del término Foresis ha variado mucho a lo largo de los años desde el descubrimiento de este acontecimiento. La más extendida y usada por el momento es la que propusieron en 1991 Houck y O’Connor, en la que establecen que es: “un fenómeno en el cual un organismo (el foronte o forético) recibe una ventaja ecológica o evolutiva al migrar desde el hábitat natal mientras está unido superficialmente a un huésped interespecífico, seleccionado durante una parte de la vida del forético individual”.
Aclaraciones
Y esta definición que suena así tan pomposa (cosa que nos encanta en la comunidad científica), ¿qué quiere decir exactamente? Pues bien, básicamente quiere establecer tres puntos clarificadores para diferenciarla de otras relaciones de comensalismo: 1) es una unión que tiene como único fin la DISPERSIÓN (cambio de hábitat); 2) es una unión SUPERFICIAL (nunca interna) y 3) es una unión TEMPORAL.
Una vez que hemos establecido unos límites a estas asociaciones, estoy segura de que muchas de las situaciones que se os habían venido a la cabeza inicialmente no están englobados dentro de la definición estricta de foresis. Porque no es foresis todo lo que parece. Y así, por ejemplo, la relación de los percebes o las rémoras que se unen a grandes animales marinos no será de este tipo, al igual que tampoco lo es la relación entre una pulga y un perro. Esta última, además, ha dejado de ser un ejemplo de comensalismo.
Vine para quedarme – Parasitismo disfrazado
Y ahora que hablamos de pulgas, y parásitos en general, hay algunos animales espabilados que con el pretexto de que otro animal les lleve a dar una vuelta por ahí, se encuentran cómodos y a la hora de bajarse en su parada se hacen los locos porque le han cogido el gusto. Y así, incumpliendo la regla de “unión temporal”, esta relación deja de ser la que era, un comensalismo, y pasa a convertirse en parasitismo. Esto ocasiona que esa relación que antes era +/0, pase a ser +/-; uno gana y otro pierde, ya no le es indiferente sino que recibe un daño, normalmente ocasionado al alimentarse de él (contagio de enfermedades, debilidad…).
En otras ocasiones, lo que ocurre es que varios organismos forontes quieren irse de excursión todos juntos y al mismo lugar. La única manera de asegurarse esto es cogiendo el mismo transporte animal, y así, eligen todos el mismo “autobús”: un único animal que los lleve a todos. En estos casos la foresis empieza a cambiar y a verse comprometida, este exceso de pasajeros crea un coste para el hospedador, que al verse tan cargado no puede desarrollar sus actividades vitales de manera adecuada.
Transformación en mutualismo animal. La cara buena.
Las interacciones foréticas no siempre desembocan en algo malo, también pueden transformarse en una relación mejor. Así, puede dejar de ser un comensalismo para llegar a convertirse en una asociación beneficiosa para las dos partes (+/+), conocida en este caso como mutualismo.
Cuando ocurre esto, tenemos escenas dignas de Hollywood al más puro estilo “Fast and Furious”, y puede verse sin cambiar de continente, aquí mismo en España. Se trata de una avispa (Allodynerus delphinalis) que suele llevar a cuestas ácaros del género Ensliniella en un plácido paseo. Cuando aparece el malo de la película, otra avispa parásita que intentará robar ese “coche”, los ácaros tendrán que pelear con todo lo que tienen si no quieren que este nuevo personaje les deje sin taxi. Y así, la avispa hospedadora al recibir ayuda de los ácaros, estará obteniendo una ventaja por ese transporte que antes le daba igual: sus “copilotos” la han defendido bien del riesgo de acabar parasitada.
Esta transformación de un comportamiento en otro da que pensar a los científicos. Se cree que el estudio de la foresis podría proporcionar información sobre las etapas iniciales en la evolución de estas otras relaciones.
Los protagonistas. Organismos que recurren a la foresis.
Ya hemos visto algunos de los ejemplos de foresis que se dan. Como era de esperar, generalmente, el foronte suele ser un organismo con problemas para desplazarse grandes distancias por sí mismo. Así que, echándole un poco de morro, busca alguien más ambulante en quien delegar esta tarea y sacar provecho sin gastar demasiada energía propia.
Dentro del reino animal
Y como decíamos al principio, tenemos evidencias conservadas en ámbar (sí, como el mosquito de Parque Jurásico) demostrando que este comensalismo ya sucedía hace aproximadamente 320 millones de años. Se trata de insectos con ácaros adheridos a su cuerpo, un caso que perfectamente podría confundirse con uno de hoy en día, dado que estas asociaciones entre ácaros y otros insectos se siguen dando con los representantes actuales de estas familias.
La foresis es primordialmente llevada a cabo por forontes pertenecientes a los grupos de organismos más pequeños. Algo lógico, al ser los que presentan más dificultades para el desplazamiento, como antes señalábamos. Y así, en casi todos los grupos de insectos hay algún “embajador” de estas relaciones, apareciendo también bastantes casos que tienen como protagonistas los gusanos y algún grupo de crustáceos microscópicos (ostrácodos). Los arácnidos probablemente sean la clase con seguidores más devotos, pues numerosas son las representaciones que se dan en arañas, pseudoescorpiones, opiliones, y sobre todo en ácaros, que están presentes en la gran mayoría de los estudios sobre esta materia. En cuanto a los «bólidos» elegidos, la variedad es tan amplia como familias diferentes hay en el reino animal. Los hospedadores pueden ser desde cangrejos hasta mosquitos, aves y mamíferos. Las posibilidades son infinitas.
Entre otros reinos
Aunque no todo se centra en el reino animal. Hay numerosas ocasiones en las que este comensalismo se da entre distintos reinos o grupos vivientes. Son muchas las plantas que depositan polen intencionadamente en animales para facilitar su dispersión y hongos que también con sus esporas usan esta estrategia para reproducirse. Los protozoos y bacterias tampoco dudan en utilizar estos métodos en algunas ocasiones para mejorar y asegurar su supervivencia.
Echarle morro. Ventajas de la foresis
Como ya venimos diciendo repetidamente, el gran beneficio para los forontes es la posibilidad de cambiar de hábitat, huyendo así de los lugares donde puede aparecer competencia por el alimento o las parejas. Esto, además, conlleva una serie de ventajas secundarias añadidas para la especie. Al darse estas migraciones, aumenta lo que denominamos flujo de genes, que reduce las posibilidades de cruce entre individuos emparentados (relaciones endogámicas). Gracias a esto, se pueden evitar una gran cantidad de mutaciones genéticas que podrían llegar a acabar con una población determinada.
Al mismo tiempo que las especies se ven recompensadas individualmente, el ecosistema también se ve favorecido. La presencia de estas relaciones de foresis hace que haya mayor diversidad ecológica y le otorga mayor complejidad, dotándolo así de mayor resiliencia ante posibles presiones.
Conclusiones
A pesar de tratarse de un tema que lleva tantos años trayendo de cabeza a unos cuantos investigadores, lo cierto es que a día de hoy se desconoce bastante. Aunque se han identificado grandes cantidades de ejemplos de este tipo de comensalismo, nos hemos quedado estancados en la simple observación. Aún somos incapaces de dar respuesta a muchas incógnitas. ¿Por qué unos grupos son más propensos a tener forontes que otros? ¿Qué condiciones se tienen que dar para que se produzca esta unión? ¿Con cuánta frecuencia estas relaciones se vuelven parásitas o mutualistas?
Y precisamente sobre esta última pregunta, y después de haber llegado hasta aquí en vuestra lectura… ¿Consideráis que la relación del ser humano con los animales que utilizamos como transporte ha degenerado? ¿O seguís considerándolo foresis? Además, pensad también que algo podría estar utilizando vuestros servicios de transporte gratuito, sin que vosotros seáis conscientes…
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Bibliografía
Fotografía: Martin Le-May (Londres – 2015) *Aclarar que el caso concreto de la fotografía no corresponde a una relación de foresis, sino a una disputa entre una comadreja y un pito real. El pájaro en su huida se llevó a su atacante consigo.
[1] US National library of Medicine. Accesible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5749251/
[2] US National library of Medicine. Accesible en:https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4047853/
[3] US National library of Medicine. Accesible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1599908/
[4] Pubmed. Accesible en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/18412039/
[5] Wikipedia, la enciclopedia libre. Accesible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Phoresis
[6] Ecología verde. Accesible en: https://www.ecologiaverde.com/foresis-que-es-y-ejemplos-2940.html