En la actualidad, es frecuente encontrar en nuestro entorno a personas alérgicas a alimentos como los frutos secos o el marisco. El síndrome de alfa-gal o alergia a la carne roja, sin embargo, es un caso menos conocido pero muy peculiar.
En este artículo, explicaremos en qué consiste esta enfermedad, cómo se descubrió, y la sorprendente relación que guarda con unos diminutos ácaros que podemos encontrar en nuestros paseos por el campo: las garrapatas.
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El síndrome de alfa-gal
El síndrome de alfa-gal (AGS, por sus siglas en inglés) es una alergia a la carne roja descrita recientemente. Sus síntomas se desarrollan entre 2 y 6 horas después de ingerir carne de mamífero o productos derivados como lácteos, gelatinas y algunos medicamentos. La tolerancia a estos productos es variable; en casos extremos, incluso la contaminación cruzada o la inhalación de partículas producidas durante la cocción pueden desencadenar la reacción alérgica. Los síntomas incluyen sarpullidos, náuseas, vómitos, ardor o indigestión, diarrea, dificultades respiratorias, bajada de la presión arterial, mareos, hinchazón de labios, garganta, lengua y párpados. La reacción alérgica en casos graves puede llegar a poner en riesgo la vida del individuo.
El AGS se identificó por primera vez en 2006, cuando varios pacientes enfermos de cáncer presentaron una reacción alérgica frente al fármaco cetuximab. Concretamente, se observó que los pacientes de Carolina del Norte y Tennessee desarrollaban reacciones de hipersensibilidad con una tasa muy superior a la reportada nacional e internacionalmente. Para entender mejor qué sucedió en estos individuos debemos explicar qué es el cetuximab.
Anticuerpo contra anticuerpo
El fármaco cetuximab es un anticuerpo. Los anticuerpos, o inmunoglobulinas, son herramientas que el sistema inmunitario utiliza para combatir infecciones. Se caracterizan por su capacidad para identificar moléculas de forma específica. Normalmente, estas moléculas pertenecen a agentes peligrosos que nos infectan y que el sistema inmunitario debe detectar y atacar. En otras ocasiones, los elementos reconocidos por los anticuerpos pertenecen a nuestro propio organismo y aparecen en situaciones patológicas, como en el desarrollo de un tumor, que también debe ser contrarrestado por el sistema inmunitario. Los anticuerpos tienen numerosas aplicaciones biomédicas y se pueden usar como fármacos.
Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, el anticuerpo cetuximab detecta de forma específica un elemento característico de la superficie de algunos tumores, y ralentiza el crecimiento de las células malignas. El inconveniente de este tratamiento es que el sistema inmunitario de algunos pacientes tratados con cetuximab rechaza el medicamento.
Al evaluar a estos pacientes, se descubrió que contaban con anticuerpos de tipo IgE, que están específicamente asociados con el desarrollo de reacciones alérgicas. Dichos anticuerpos detectaban el anticuerpo administrado al paciente y lo identificaban como una amenaza, sin serlo. Este proceso es similar a las reacciones alérgicas que suceden con algunos alimentos o el polen.
Pero, ¿cómo es posible que el sistema inmunitario de los pacientes produzca anticuerpos específicos frente a un fármaco con el que no ha entrado en contacto anteriormente? La explicación reside en la estructura del cetuximab.
Los anticuerpos reconocen fragmentos muy concretos dentro de su molécula objetivo. En este caso, las inmunoglobulinas IgE que causaban la alergia reconocían un fragmento particular de la estructura del cetuximab, llamado galactosa-alfa-1,3-galactosa, o, para abreviar, «alfa-gal».
Alfa-gal no es más que un oligosacárido, es decir, un azúcar, que está unido a la estructura del cetuximab. Como el cetuximab se obtiene del suero de ratones inmunizados, consta de fragmentos de origen humano y fragmentos de origen murino (de ratón). Las regiones murinas tienen unidos azúcares como el alfa-gal. El sistema inmunitario en algunos individuos reconoce al alfa-gal como extraño y, por tanto, potencialmente peligroso.
No sólo de carne vive el hombre
El azúcar alfa-gal no sólo se encuentra en ratones. También es producido por microorganismos, tanto por los agentes patógenos que nos infectan como por aquellos que son beneficiosos y que componen nuestra microbiota. Nuestra microbiota «entrena» al sistema inmunitario para que aprenda a reconocer dicho azúcar en los patógenos y así, cuando nos infectan, podemos defendernos. Los mecanismos que participan en este proceso no son alérgicos y no intervienen los anticuerpos IgE.
Alfa-gal también está presente en las células, tejidos y fluidos de todos los mamíferos, salvo de los humanos y de algunos primates. Por tanto, aparece en alimentos de origen animal y en algunos productos farmacéuticos (como el cetuximab). La mayoría de la población consume productos animales sin problema. No obstante, en los últimos años se ha observado que algunos individuos desarrollan una alergia repentina frente a ello caracterizada, esta vez, por la producción de anticuerpos tipo IgE.
La alergia a la carne roja predomina en el sudeste de Estados Unidos, aunque también se ha descrito en Europa, Australia, Japón y Sudáfrica. El motivo por el cual se desencadena esta alergia no está claro, pero uno de los causantes parece ser, como apuntábamos al inicio, una garrapata.
Las garrapatas y la alergia a la carne roja
Las garrapatas son ácaros ectoparásitos, es decir, son pequeños organismos que habitan en el exterior de otra criatura, denominada hospedador, y se benefician alimentándose a su costa. En algunos casos, le generan daños severos que lo perjudican seriamente.
Estos ácaros se alimentan de la sangre de mamíferos, aves, reptiles y anfibios. Al estar en contacto con la sangre de numerosos hospedadores, pueden actuar como vectores de distintas enfermedades, como el tifus o la enfermedad de Lyme. Cuando ingieren la sangre de un animal infectado con un virus, bacteria o protozoo, también adquieren el agente infeccioso y, al alimentarse de un nuevo hospedador, se lo transmiten infectándolo.
Además de su papel en la expansión de enfermedades infecciosas, las garrapatas parecen estar asociadas al desarrollo de otro tipo de problemas de salud, incluido el AGS. Estudios exhaustivos han establecido una correlación entre las picaduras de la garrapata estrella solitaria, Amblyomma americanum, y la aparición de alergias a la carne roja y a cetuximab. La región en la que habitan estas garrapatas coincide con la procedencia de los individuos que sufren dichas alergias. Es más, las personas más proclives a sufrir picaduras de garrapata (como los guardias forestales y los habitantes de áreas rurales en general) también eran más propensas a desarrollar las alergias mencionadas.
Se ha propuesto que la saliva de la garrapata contiene alfa-gal, y que la picadura desencadena una reacción inmunitaria de carácter alérgico. Cuando las personas que han sufrido estas picaduras entran en contacto de nuevo con este azúcar a través de su dieta o de tratamientos farmacológicos, la reacción alérgica se activa y genera los síntomas propios del AGS.
Los pacientes que sufren esta hipersensibilidad deben llevar una dieta cuidadosa y mantenerse muy alerta frente a futuras picaduras que puedan agravar su alergia.
Conclusión
El síndrome de alfa-gal afecta significativamente a la salud de los individuos que lo padecen y altera su estilo de vida. El AGS se ha descrito en regiones localizadas en todo el planeta, pero es posible que se extienda en el futuro. Factores como el cambio climático pueden favorecer que las diferentes especies de ectoparásitos asociadas a este tipo de enfermedades amplíen su territorio. Por ello, es vital aplicar las medidas preventivas recomendadas por las autoridades sanitarias para evitar sus picaduras. La protección consiste, fundamentalmente, en el uso de repelentes y de ropa larga que cubra la mayor superficie de piel posible.
Se trata de estrategias sencillas que nos pueden ayudar a proteger nuestra salud de modo que, en tu próxima excursión, recuerda tener en cuenta estas recomendaciones para disfrutar de un paseo agradable.
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