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¿Cómo puedo proteger correctamente mi piel del sol?

María Isabel Hernández

María Isabel Hernández

Bióloga y actual doctoranda en Biología Molecular y Biomedicina en el campo de la Neurociencia. Me apasiona escribir artículos de ciencia para que esta llegue más allá del laboratorio.

Ha llegado el momento. Nos guste o no pasar horas al sol para adquirir ese bronceado generalmente deseado, las horas de luz solar son más que en todo el año y debemos tener una correcta protección solar.

Es bien conocido desde hace años, que la utilización de cremas con factores de protección solar deben utilizarse todo el año para prevenir el temido fotoenvejecimiento. Aún así, un porcentaje muy alto de la población sólo hace uso de ellos en esta época. Llega el verano e inevitablemente estamos más expuestos a horas de luz solar, llegando a ser extremadamente peligroso el no protegerse entre las 12.00 y 16.00 horas de la tarde si el día es soleado y caluroso.

Protegerse de la radiación solar es algo que está intrínseco en nosotros como animales pues es una respuesta fisiológica que se ve en otros miembros del reino animal. Como mecanismo de defensa, podemos ver cómo huyen de estar en pleno sol y se refugian bajo la sombra o cómo beben más agua porque la necesitan. Sin embargo, con la llegada del verano nosotros pasamos mucho tiempo expuestos a la radiación solar y aunque nos protegemos, no siempre sabemos si estamos teniendo una correcta protección solar.

¿Por qué la radiación solar es perjudicial?

La radiación solar que llega a la superficie terrestre está compuesta en un 2% por radiación ultravioleta, en un 47% por luz visible y en un 51% por radiación infrarroja. La radiación ultravioleta (UV) no ionizante se divide en UV-C (200-290 nm), UV-B (290 320 nm) y UV-A (320-400 nm). La capa de ozono de la estratosfera de la Tierra filtra los rayos UV-C, pero cuando la atraviesa es una radiación altamente energética y mutagénica (capaz de alterar la estructura del ADN) en la naturaleza.

La radiación UV-B supone alrededor del 5% de la radiación UV que llega al suelo y la radiación UV-A el 90-95% restante alcanzando las capas más profundas. Cuando la exposición a la radiación solar es excesiva, inducidos por la radiación UV se activan los mecanismos antioxidantes endógenos de la piel, pero si éstos no consiguen equilibrar el estado dañino se produce un estado prooxidante celular. 

La radiación UV-B provoca daños directos sobre el ADN y la radiación UV-A provoca daños por estrés oxidativo en la dermis. La UV-B se relaciona con los procesos de cáncer y la UV-A con el fotoenvejecimiento.

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Tabla 1. Factor de protección solar, UV. Fuente: OFFARM
Tabla 2. Tipos de radiación solar. Fuente: OFFARM

El índice ultravioleta (IUV) solar es una medida sencilla de la intensidad de la radiación UV en la superficie terrestre durante las horas en las que ésta es máxima (normalmente las 4 horas alrededor del mediodía solar) y es un indicador de su capacidad de producir lesiones cutáneas. Desde su primera
publicación en 1995, la OMS ha promovido su utilización como instrumento educativo para concienciar a la población y fomentar los hábitos de protección solar. El IUV se expresa como un valor superior a 0. Cuanto mayor es su valor, más alta es la probabilidad de que se produzcan lesiones cutáneas y oculares y, por
tanto, menor es el tiempo necesario de exposición para que éstas se lleguen a producir.

Infografía 1. Efecto de los distintos tipos de radiación en la piel. Fuente: Colegio de Farmacéuticos de Santa Cruz de Tenerife.

Fotoprotección: cremas solares

Hablando de fotoprotección, los productos de protección solar son cosméticos que incluyen ingredientes denominados filtros solares, que tienen la propiedad de reflejar, absorber o dispersar los rayos solares, de modo que permiten una exposición solar más prolongada y con menor riesgo. Los productos de protección solar normalmente actúan frente a las radiaciones UV-B y UV-A.

La industria cosmética dispone actualmente de un amplio rango de filtros solares que están regulados en la normativa europea. Su clasificación se puede hacer atendiendo diversos criterios, aunque el que se adopta mayoritariamente es el que hace referencia a su mecanismo de acción, distinguiéndose así entre filtros físicos, químicos y biológicos.

Filtros de protección: físicos, químicos y biológicos

La fotoprotección tiene como objetivo evitar el daño subcelular causado por la radiación solar. Dentro de los tipo filtros físicos, se incluyen los pigmentos inorgánicos (óxido de cinc, dióxido de titanio, mica), opacos a la radiación solar, característica que les permite actuar a modo de pantalla de forma que por una parte reflejan la luz y por otra la absorben. Las presentaciones más innovadoras de este tipo de filtro persiguen tamaños de partícula cada vez más pequeños para que estas partículas sean transparentes a la luz visible, pero no a la luz ultravioleta.

A pesar de la gran eficacia protectora que tienen estos filtros, las formulaciones cosméticas suelen combinarlos con otros para conseguir preparaciones con un factor de protección solar (FPS) más alto, mayor fluidez y características organolépticas que los hagan más agradables al tacto y más fáciles de aplicar.

Por su parte, dentro de los filtros químicos se encuentran los compuestos orgánicos aromáticos, de estructura conjugada, capaces de absorber radiaciones energéticas con longitudes de onda propias del espectro ultravioleta. Éstos actúan impidiendo la transmisión de la radiación hacia los tejidos subyacentes y evitando así los efectos perjudiciales que provoca la radiación solar sobre ellos. Su capacidad protectora está condicionada por la longitud de onda que sea capaz de absorber la molécula (UV-B, UV-A), razón por la cual normalmente se utilizan combinaciones de filtros para aumentar su efectividad y conseguir un espectro de absorción lo más amplio posible.


Los filtros más empleados son el PABA (ácido p-amino benzoico) y sus derivados; el ácido cinámico y sus ésteres; benzimidazoles y derivados del ácido sulfónico, del bencilidenalcanfor, de las benzofenonas y del dibenzoilmetano. Todos ellos deben presentar una buena estabilidad química y tolerabilidad cutánea, así como no suponer riesgo de fotoalergia o fotosensibilización tras los cambios generados en su estructura a consecuencia de la captura de los fotones UV.

Los filtros biológicos, por su parte, son moléculas con propiedades antioxidantes, cuya acción radica en el secuestro de los radicales libres responsables del envejecimiento cutáneo y del cáncer fotoinducido. Los máximos representantes
de este tipo de filtro son el ácido ascórbico y el tocoferol, así como sus derivados. Estos ingredientes activos suelen incluirse en las nuevas formulaciones solares, ya que adicionalmente presentan una acción coadyuvante de la actividad fotoprotectora de los filtros físicos y químicos, mejoran el aspecto y elasticidad de la piel y potencian el subsistema inmunológico cutáneo.

¿Cómo leer correctamente la etiqueta de un fotoprotector?

A la hora de comprar un protector solar, lo primero en lo que nos fijamos es la etiqueta FPS, pero, ¿qué significa realmente este valor?

El FPS es el cociente entre la dosis eritematógena mínima en una piel protegida por un producto de protección solar y la dosis eritematógena mínima en la misma piel sin proteger. El FPS indica, por tanto, el tiempo que se puede permanecer expuesto al sol con la piel protegida en comparación con la piel sin protección, hasta la aparición del eritema. El eritema es un enrojecimiento de la piel secundario a inflamación, que suele deberse a la acumulación de células del sistema inmunitario y las sustancias químicas que esas células segregan.

El valor numérico que aparece en el envase de un protector solar se refiere básicamente al efecto protector frente a la radiación UV-B, que es la que genera eritema. Sin embargo, la protección solar tiene que ser efectiva frente a ambas radiaciones UV-A y UV-B: un mayor FPS debe ser proporcional a la protección que ofrece frente a UV-A. En el etiquetado de estos productos se tiene que indicar la categoría de protección y FPS.

Además, a la hora de elegir un fotoprotector hay que tener en cuenta otros factores como el fototipo de piel o la edad, para que la protección solar sea la correcta.

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Infografía 2. Características que hay que leer en tu crema solar para una correcta protección solar. Fuente: Colegio de Farmacéuticos de Santa Cruz de Tenerife.

Conclusiones

Con la llegada del verano y un mayor número de horas de luz solar que implican un mayor número de actividades que pueden realizarse al aire libre, una correcta protección solar es fundamental para evitar el eritema y en última instancia el fotoenvejecimiento y el daño solar.

La elección de una crema solar que nos vaya a proteger realmente para tener una piel sana implica prestar atención a varios detalles como: tipo de radiación frente a la que nos protege, por cuánto tiempo, su textura, qué tipo de filtros químicos o físicos contiene o si la duración del producto tras su apertura es de pocos meses.

Una correcta interpretación de los fotoprotectores de la piel en forma de cosméticos nos permitirán mantener una piel sana y brillante todo el año.

Artículo editado por Equipo de Microbacterium

Bibliografía

Garrote, A., & Bonet, R. (2008). Fotoprotección: Factores de Protección y Filtros Solares. Ámbito Farmacéutico Educación Sanitaria, 27(5), 63–72. https://www.elsevier.es/es-revista-offarm-4-articulo-fotoproteccion-factoresproteccion-filtros-solares-13120520

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