Seguro que en algún momento has leído eso de “BPA free”, sobre todo si te has acercado a comprar un biberón. ¿Te preguntaste qué significaba? ¿Has entendido que daban algo gratis y te lo has llevado más contento? ¿O estabas al día de la importancia de no compartir habitación con semejante compañero?
Tanto si acertaste como si no, este artículo te interesa porque vamos a hacer un repaso por la familia de los bisfenoles que, aunque silenciosos, ya verás que dan más miedo que la abuelita de Piolín persiguiendo a Silvestre.
Índice de contenido:
¿Qué es el BPA y dónde está escondido?
El 4,4′-(propano-2,2-diil)difenol, también conocido como bisfenol A entre los amigos y abreviado como BPA en los círculos más cool, nos acompaña desde hace tiempo. Por si quieres conocer bien la cara de tu enemigo, te dejo una representación de su estructura en la siguiente imagen.
El BPA es un compuesto fenólico (un tipo de alcohol con unas propiedades especiales) que comenzó a sintetizarse en la década de 1930 y se emplea en la fabricación de algunos tipos de polímeros, como policarbonatos o resinas epoxi. Los policarbonatos tienen capacidad para soportar altas temperaturas (de unos 145ºC). Son duros y rígidos, por lo que no es de extrañar su presencia en recipientes para el almacenaje de comida y bebida, en recipientes de alimentación infantil, en juguetes, papel térmico, electrodomésticos, y equipamiento médico. Las resinas epoxi, por su parte, son capaces de resistir el calor y los químicos, por lo que han sido ampliamente usadas en revestimientos de embalajes alimentarios, adhesivos, pinturas, y laminados eléctricos y electrónicos.
Era difícil que el BPA no afectara a un amplio rango de población. Posteriormente cayó en desgracia ya que sus propiedades reprotóxicas (tóxicas para la reproducción) y como disruptor endocrino (como veremos más adelante) le hicieron entrar en la lista de sustancias extremadamente preocupantes (o SVHC, por sus siglas en inglés Substances of Very High Concern).
La SVHC es una lista elaborada por la ECHA (la Agencia Europea de los productos químicos, por sus siglas en inglés European Chemicals Agency) que contiene todas aquellas sustancias que pueden afectar gravemente a la salud humana, así como al medio ambiente (carcinógenos, reprotóxicos, mutágenos, persistentes o bioacumulables).
Todas las sustancias contenidas en esta lista deberán ser eliminadas de los procesos de fabricación y reducir su consumo al mínimo posible (aunque pueden entrar, con justificación, a una lista de autorización, que permita su uso si no queda más remedio). En el caso de que una sustancia represente un 0,1% del peso del producto, tanto los fabricantes como los importadores deberán cumplir una serie de obligaciones y, además, deberá ser notificado al destinatario del artículo. ¿A que suena a peli apocalíptica de después de comer? Pues el BPA entró en esta lista, por lo que su eliminación de nuestras vidas era cuestión de tiempo.
¿Cuándo se prohibió el BPA y por qué lo seguimos usando cada vez más?
Canadá prohibió su uso en biberones y botellas infantiles en 2008; Francia, en 2010 y la UE en 2011. Su uso en envases alimentarios también ha estado en el ojo del huracán: la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, que fijó inicialmente en 2015 la ingesta tolerable diaria de BPA en 4 microgramos por kilo de peso corporal, finalmente la redujo a 0,04 nanogramos. En Francia, este compuesto estaba prohibido en los envases en contacto con comida desde el mismo 2015. En España hemos tenido que esperar algo más, hasta 2022, con la aprobación de la nueva Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular.
En 2010 produjimos 5 millones de toneladas de BPA, en 2016 pasamos a 8 y en 2022 se ha estimado que alcanzaremos los 10,2 millones de toneladas. Si consideramos el peso medio de un adulto en 62 kg, para que te hagas una idea, en 2022 estaremos produciendo el peso equivalente a 161290 adultos.
¿Cómo puede ser que aumente su producción si estamos todos empeñados en deshacernos de él? Porque hay países con un mercado emergente que se empeñan en usarlo en todos aquellos productos fabricados a base de policarbonatos y resinas epoxi: China, India, México y Rusia. A pesar de ello, el principal productor de BPA son los Estados Unidos con la nada despreciable cantidad de 1075 toneladas/año.
Además, va a ser difícil que nos terminemos deshaciendo de él ya que la presencia de resinas epoxi en las palas de los aerogeneradores garantiza su producción en el futuro. Por eso, aunque es posible que tengas a tu alrededor una maravillosa campaña de marketing con aquello de «BPA free», disponible en biberones, algunas sartenes o hasta en mieles ecológicas, la realidad es otra porque estamos lejos de deshacernos por completo de los bisfenoles.
¿Pero es tan fiero el león como lo pintan? Pues el hecho de que todo el mundo quiera deshacerse de él, ya nos da una idea, pero si sigues leyendo podemos repasar todas sus actividades delictivas.
¿Dónde está el BPA y por qué nos afecta?
Hemos encontrado restos de BPA en el aire, en el agua, en el suelo, en la comida, en los seres humanos, en animales salvajes y en organismos acuáticos. Los humanos adquieren el BPA fundamentalmente por ingestión (por ejemplo, el BPA forma parte del revestimiento de latas de conserva para que el alimento no entre en contacto con el metal, y el calentamiento de las latas para su esterilización incrementa la migración del BPA al alimento), inhalación (a través del polvo ambiental, especialmente en las zonas cercanas a industrias plásticas, y en ambientes cerrados) y a través de la piel (que sí, que sí, por la piel, como lo oyes).
Esta entrada de BPA al organismo ocasiona trastornos cardiovasculares, renales, reproductivos, en la producción de esperma, en el crecimiento fetal, en el desarrollo de las glándulas mamarias, causa obesidad, ansiedad, depresión, dermatitis de contacto y cánceres relacionados con hormonas.
¿Por qué tiene tantos efectos sobre nuestro cuerpo? Ello es debido a que su estructura es similar a la de los estrógenos, lo que se traduce en que el BPA se puede unir igual de bien al receptor de estrógenos como si fuera uno de ellos y, por tanto, ejercer los mismos efectos que éstos. Ocurre lo mismo que con una llave maestra, no es exactamente la llave específica para esa cerradura, pero se adapta tan bien que es capaz de abrirla. Es lo que conocemos como disruptor endocrino, moléculas que mimetizan nuestras hormonas y alteran el funcionamiento de nuestro organismo incluso a dosis muy bajas.
Uno de los grupos más afectados por los efectos del BPA son los trabajadores de la industria plástica, ya sean guantes, pinturas, celos, o selladores dentales. Un tercio de los trabajadores pueden desarrollar dermatitis y alergia a las resinas epoxi en los primeros tres meses de trabajo, presentar altos niveles en orina de BPA debido a la adquisición vía tópica y, encima, se ha demostrado que, aunque se duchen, sólo se deshacen de aproximadamente el 7% del BPA que tienen en la piel.
El BPA se puede encontrar en muchas partes del cuerpo, pero la placenta suele ser uno de sus lugares predilectos. Aunque la relación entre BPA y preeclampsia no ha sido del todo establecida, sí que se ha observado que las mujeres que presentaron esta patología tenían unas concentraciones mayores de BPA en la placenta. Además, los altos niveles de BPA durante la gestación dan lugar a niños con ansiedad, depresión, hiperactividad, comportamiento agresivo y dificultad para seguir las normas.
El BPA tiene otros efectos en los humanos, especialmente en los niños, como la obesidad: promueve la adipogénesis (formación de grasa), altera la regulación de la glucosa y los lípidos, contribuye a la inflamación del tejido adiposo y a las consecuencias propias de la obesidad.
Seguro que ahora estarás pensando, ¿qué más da todo esto si ya lo están prohibiendo? Sí, es cierto que se están tomando medidas para la prohibición del BPA pero, ésto no termina aquí porque el BPA se está sustituyendo por bisfenol F (BPF) y bisfenol S (BPS), que son primos suyos, con estructura parecida y… ¿efectos parecidos?
¿El bisfenol F y el bisfenol S son igual de malos que el bisfenol A?
La sustitución de BPA por BPF o BPS comenzó sin que se supiese realmente qué consecuencias tendrían sobre la salud. La evidencia creciente parece indicar que, en algunos casos, son hasta peores que el BPA.
Varios estudios han demostrado que el BPF muestra actividad estrogénica (aumentó el tamaño uterino en ratas), androgénica (fue capaz de alterar la secreción de otros andrógenos y actuar de manera sinérgica) y tiroidogénica (aumentó el tamaño de la glándula tiroides, así como la concentración de hormona tiroidea en sangre). También ha demostrado tener capacidad citotóxica, puede dañar el ADN y dar lugar a cromosomas aberrantes.
Estudios realizados en el pez zebra, uno de los modelos animales por excelencia, han demostrado que el bisfenol S disminuye el tamaño de las gónadas y altera la concentración de estrógenos y testosterona en sangre, altera la reproducción y la longitud de las crías, se une a la albúmina (la proteína mayoritaria de transporte en la sangre), altera el ADN y modifica la viabilidad de las células. No parece que hayamos mejorado mucho.
El bisfenol F y el bisfenol S han demostrado la misma potencia estrogénica y androgénica que el BPA, sin embargo, su actividad estereidogénica es muy superior, por lo que incrementan los niveles de progesterona. Aunque de momento sólo conocemos la punta del iceberg en lo referente al bisfenol F y al S, todo parece indicar que sólo traerán consecuencias negativas para nuestra salud y la del medioambiente.
Conclusión
Los bisfenoles son ampliamente utilizados por la industria, especialmente la plástica, por lo que su presencia a nuestro alrededor es constante. La exposición a estos compuestos ha demostrado que son capaces de actuar como disruptores endocrinos y, por tanto, alterar la función de nuestras hormonas (especialmente de estrógenos, andrógenos y hormona tiroidea).
Actualmente, todos los esfuerzos (al menos dentro de la UE) están encaminados a la prohibición del bisfenol A pero, puesto que no podemos vivir sin ellos, la industria plástica ya está sustituyéndolo por bisfenol F y bisfenol S, que parecen acarrerar las mismas consecuencias. A nivel mundial, la producción de bisfenol no hace más que aumentar, a pesar de sus efectos nocivos conocidos.
Referencias
Fouyet, S., Olivier, E., Leproux, P., Dutot, M., & Rat, P. (2021). Bisphenol A, Bisphenol F, and Bisphenol S: The Bad and the Ugly. Where Is the Good?. Life, 11(4), 314.
Legeay, S., & Faure, S. (2017). Is bisphenol A an environmental obesogen?. Fundamental & clinical pharmacology, 31(6), 594-609.
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Cimmino, I., Fiory, F., Perruolo, G., Miele, C., Beguinot, F., Formisano, P., & Oriente, F. (2020). Potential mechanisms of bisphenol A (BPA) contributing to human disease. International journal of molecular sciences, 21(16), 5761.