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La paradoja del platirrino: cuando ver menos es más

¿Cuántos tonos de rojo hay? ¿Cómo describirías la diferencia entre un rojo escarlata, un rojo sangre y un rojo burdeos? ¿El salmón puede ser un color?

Al margen de batallitas de cazadores y recolectores; y cualquier otra historia que nos contemos, el hecho es que ellas viven en un mundo con más colores que ellos. Tópicos, marketing y moda beben de los mismo: la gama de cromática de colores que ven las mujeres y los hombres estadísticamente es distinta, y significativamente ellas discriminan más matices de tonalidad en todo el espectro visible. ¿Pero sabemos desde cuándo?

Si la teoría de la Evolución nos dicta que la biodiversidad de hoy, esta condicionada por la biodiversidad de ayer, y dado que el huevo fue necesariamente antes que la gallina, quizás algún “pariente” evolutivo pueda ayudarnos con la respuesta.

Un hallazgo curioso y magnífico, para empezar, es que todos los monos del Nuevo Mundo, comparten un déficit de proteínas de la visión, y los machos, más que las hembras. Los machos de las distintas especies discriminan el mundo en 2 colores, tienen una visión dicromática, mientras que la de las hembras se parece un poco más a la de los seres humanos y pueden llegar a presentar una visión tricromática (3 colores).

Algunos ejemplos de primate platirrino, los monos del Nuevo Mundo, en conreto algunos de Sudamérica. Lámina: DeAgostini Photo Library

Y no es sólo que sepan qué es rojo o verde, no lo necesitan, o que fruta está más madura (aunque seguro que guarda relación), es que es lo que nos cuenta su genética.

¿Pero, a qué llamamos monos del Nuevo Mundo?

Los Monos del Nuevo Mundo, conocidos como platirrinos (Figura 1), es como denominamos a los primates que habitan en el continente americano, y es que alguien con una intuición de narices, se percató de que mientras los monos del Viejo Mundo, en particular África y América (como los macacos, los langures o los babuinos), tienen los orificios nasales hacia abajo (del griego κατά katá, «hacia abajo» y ρινος rhinós, «nariz»), los primates de América tienen narices anchas con los orificios más separados y proyectados en vertical (del griego πλατυς, platys, ‘ancho’, y ρινος, rhinos, ‘nariz’).

A este grupo de primates llamados platirrinos pertenecen especies tan conocidas como los monos capuchinos, los titis, los Aotus (o micos nocturnos), o el mono araña, entre muchos otros. Si los visualizas, te darás cuenta que son fáciles de diferenciar ya que la gran mayoría son de mediano o pequeño tamaño, y poseen colas proporcionalmente largas y prensiles (se pueden colgar de los árboles con ellas y las usan para estabilizar los saltos entre ramas – con excepción del guacarí). Otra diferencia más general es la disposición de las orejas, que tienen en forma de anillo.

Y aunque sea menos conocida, y que es el leitmotiv de este artículo, es que presentan una peculiar visión del color.

Figura 1. Clasificación simplificada del orden primates, y bifurcación entre los caldos catarrino y platirrino. Imagen creada a partir de Biorender.

Lo que diferencia a los platirrinos del resto de los primates, incluyendo a los seres humanos; es que los monos platirrinos presentan un polimorfismo genético en la visión del color. Lo que quiere decir que son sus genes los que definen que dos individuos de la misma especie presenten distinta capacidad para distinguir según qué colores, a pesar de pertenecer a la misma especie.

Nota: decimos que un carácter presenta un polimorfismo genético cuando existen variaciones de un mismo gen, cuya función se manifiesta de formas distintas en una población. Eso implica por ejemplo que un individuo puede tener ojos azules o marrones, pero que, en condiciones normales, no los tendrá de ambos colores al mismo tiempo.

¿Cómo vemos el color?

Hace ya bastante tiempo que se conocen las bases fisiológicas de la visión, existiendo dos tipos de células bien diferenciados: los bastones, encargados de la captación de intensidad lumínica, y determinantes en la visión en condiciones de noche y oscuridad; y los conos, con sensibilidades a distintas longitudes de onda, y cuya distribución determina la percepción del color.

Y es precisamente, derivado del estudio de los conos que en 1947 se documenta el descubrimiento de este polimorfismo cromático en los capuchinos de cabeza dura, también llamados monos maiceros (género Sapajus). Pero… ¿qué tienen los conos para contribuir a la diferenciación de los colores?

 Pues unas proteínas llamadas opsinas, y que como te podrás imaginarson súper diversas. Así que, para centrarnos, vamos a tomar de partida las opsinas de humanos (que, por cierto, son bastante parecidas a las del resto de primates).

Estas proteínas pueden ser clasificadas en tres tipos según su sensibilidad (ver Figura 2):

  • Las que captan la longitud de onda corta (colores azules).
  • Las de longitud de onda media (colores verdes-amarillos).
  • Y las que captan la longitud de onda larga (color rojo).
Figura 2. Espectro de luz visible. Imagen extraída de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Light_spectrum_%28precise_colors%29.svg

En consecuencia, la percepción del color dependerá del balance de opsinas que cada individuo posea de estos 3 tipos. Si una persona tiene una patología que lo hace deficitario para cualesquiera de las tres (por exceso, o deficiencia), lógicamente tendrá una visión del color alterada en función de las opsinas que no posea.

Así, si la visión de un animal está únicamente definida por  un tipo de opsina, captará solo una gama de colores, denominándose monocromático. Si posee dos tipos, dicromático, y tres, tricromático. 

Cuando el sexo es importante

Volviendo a los platirrinos, ya entrados en los años 80′, las investigaciones observaron un hecho realmente novedoso: las hembras podían ser tricromáticas o dicromáticas; mientras que todos los machos eran dicromáticos.

Desde el punto de vista genético, solo había un significado posible: el polimorfismo de los platirrinos está ligado al sexo. Esto quiere decir que, los genes encargados de codificar las opsinas, tenían que estar presentes en los cromosomas sexuales.

Nota: En los animales, la codificación del sexo del individuo viene dada por la combinación de cromosomas sexuales. En los mamíferos, las hembras tienen dos copias del que denominamos, por consenso, cromosoma X; mientras que los machos tienen una sola copia, y portan los genes determinantes de su sexo en un cromosoma muy acortado que se denomina cromosoma Y.

Estudios posteriores de citogenética confirmaron la hipótesis que había sido observada empíricamente en los años 50′. Así, mientras que las opsinas encargadas de captar la longitud de onda baja (color azul) estaban codificadas en el cromosoma 7 de los platirrinos (y por tanto, ambos sexos tenían la capacidad de ver esta gama de colores); las opsinas de onda media y larga se encontraban en el cromosoma X ( La consecuencia directa de esto, es que  los machos (XY) solo pueden presentar una de las dos, o las opsinas de onda media (verdes y amarillos), o las de onda larga (rojos).

Las hembras, en cambio, al ser XX y tener dos copias del cromosoma, pueden presentar los dos casos, teniendo o dos tipos de opsinas, o tres. En la Figura 3 se muestran todas las combinaciones posibles para cada individuo: ya sean machos o hembras, todos tienen el cromosoma 7 (representado a la izda.), donde se encuentra la opsina de los azules. Además, las hembras tienen dos cromosomas X (a la dcha.), que hacen que según sean homocigotas (mismo alelo – ejemplos 2 y 4), o heterocigotas (alelos distintos – ejemplos 1 y 3); puedan manifestar el dicromatismo o el tricromatismo, respectivamente. Por último, y como ya hemos mencionado, los machos sólo pueden contar con una visión dicromática.

Figura 3. Diferentes genotipos observados en los monos platirrinos. Imagen creada a partir de Biorender. 

En el ejemplo 6, se muestra el caso de un macho con el alelo de longitudes de onda medias y que, por tanto, sólo podrá distinguir los azulesy verdes, siendo ciegos para el color rojo.

Nuevamente, el avance en las técnicas de investigación permitió confirmar lo que ya se sospechaba tres décadas atrás, y definir con detalle la causa de esta diferencia tan importante, y con tantas implicaciones tanto en su ecología como en su evolución.

Polimorfismo en la visión: ¿debilidad o ventaja adaptativa?

La teoría de la selección natural, promulgada por Darwin, defiende que, en determinadas circunstancias ambientales, tenderá a sobrevivir siempre el individuo más adaptado. No obstante, ¿qué implica que en los monos del Nuevo Mundo exista esta diferencia entre sexos?

¿No sería más ventajosa una visión más completa, por ejemplo, para identificar frutas o posibles depredadores? ¿Será una ventaja o una desventaja? ¿Por qué no han surgido o se han seleccionado mutaciones que permitan que todos los individuos tengan una visión tricromática?

Aunque en este tipo de estudios las certezas no existen, la bibliografía científica ha ido proponiendo algunas respuestas con el paso de los años.

A. La ventaja individual

Aunque resulte algo contraintuitivo, a veces, menos es más. Es conocida la importancia de los soldados daltónicos en los ejércitos, ya que son capaces de descubrir más fácilmente objetos o militares camuflados del otro bando entre la vegetación. Al reducir la interferencia con otras longitudes de onda, mejoran la discriminación de intensidades intermedias de aquellas longitudes de onda que sí son capaces de percibir. Esta ventaja también ha sido observada entre los platirrinos dicromáticos.

La mayor parte de las frutas inmaduras presentan diversas tonalidades de color verde, lo que dificulta mucho su acceso. No obstante, los primates dicromáticos, en comparación con los tricromáticos, poseen mayor capacidad de distinguir e identificar estas frutas, gracias precisamente a que han aprendido a discriminar esas diferencias gracias a su diromatismo, presentando así una ventaja importante para su supervivencia.

Esto les aplica para detectar fruta, pero también insectos de color verde, y por ello aumenta su eficiencia en el forrajeo. De esta forma, podría explicarse en parte por qué se ha mantenido el genotipo dicromático, a pesar de las previsibles ventajas de la visión tricromática.

B. La selección de grupo

Otra posibilidad, es que el dicromatismo podría haberse fijado a base de adquirir y desarrollar comportamientos o dinámicas sociales que compensasen su aparente desventaja. Ya sea por compensación, o por selección de dinámicas y comportamientos realmente exitosos, esta combinación podría explicar que se hubiera fijado el polimorfismo a nivel genético, haciendo que perdurase hasta las poblaciones actuales.

Sea como fuere, el caso es que los platirrinos dicromáticos tienen una mayor predisposición hacia las actividades sociales afiliativas. En diferentes estudios ha trascendido que estos animales invierten menos tiempo forrajeando, y más tiempo  en actividades sociales, como el acicalamiento, fomentando la cohesión de grupo y favoreciendo la convivencia en sociedades.

Esta actividad, en la que un individuo se come o quita los parásitos de otro en aquella zonas del cuerpo donde no puede acicalarse por sí mismo, se sabe que estimula la cooperación y la seguridad, además de contribuir al mantenimiento de la salud, con todo lo que eso implica para la supervivencia individual y, por tanto, también para la supervivencia colectiva y de la propia especie.

Además, estas dinámicas sociales también aumentan la frecuencia de actividades altruistas, como puede ser la cesión de comida.

Esto hace, por ejemplo, que gracias a esta mayor cohesión del grupo,  los individuos puedan adquirir mayor riqueza y diversidad de alimentos, pudiendo ser algunos de ellos realmente complicados de obtener en solitario. 

No todo es blanco o negro…

Sapajus apella, platirrino.
Sapajus apella. Wikipedia

En conclusión, el caso es que ya sea por fenómenos de selección individual, o por selección de grupo, por desarrollar una visión más versátil o más específica, o por aprender a vivir en sociedad, el polimorfismo cromático en la visión de los monos del Nuevo Mundo forma parte de su historia evolutiva, y ha condicionado no solo su fisiología, si no su convivencia en grupos y sociedades.

Quizás no sea suficiente para afirmar si realmente hay unas raíces evolutivas en la mayor resolución cromática de las mujeres respecto a los hombres… pero sí que guarda moralejas. Como que no hace falta que sepas la diferencia entre el escarlata, el burdeos o el salmón… solo basta que le digas que sea cual sea el color del vestido, que está preciosa; o que, si el color de la corbata no es el más apropiado, seguro que no podrán olvidar su mensaje. Y es que, sin duda, lo que estos estudios nos enseñan es también a mirarnos a nosotros mismos.

Al igual que en estos primates, en la diversidad de habilidades y de percepciones, radica la oportunidad. Nos muestra cómo las deficiencias individuales pueden ser ampliamente compensadas cuando cuidamos nuestros lazos sociales, el cómo la cooperación e integración de habilidades complementarias es una clave de éxito, también a luz de la evolución.

Editado por Diego Jiménez

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Pablo Colmenarejo García

Pablo Colmenarejo García

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