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La paradoja de Peto: el cáncer tiene 2 tácticas para acabar consigo mismo

¿Los animales padecen cáncer? Quizás esta cuestión te haya pillado por completo desprevenido. De hecho, es probable que jamás te hayas si quiera planteado la posibilidad de que el ser humano no sea el único ser que lucha contra esta enfermedad. Nada más lejos de la realidad, nuestra experiencia evolutiva contra los tumores es relativamente baja si la comparamos con otros mamíferos; uno podría decir que somos verdaderos aprendices en el arte de la guerra contra el cáncer.

Lo que resulta claro es que el enfoque obviamente antropocéntrico de la investigación oncológica quizás nos impide ver que no somos los únicos, que hay multitud de especies más aguerridas que nosotros y que, por pura experiencia, han ido adquiriendo una serie de trucos metabólicos para su supervivencia. Hay algunos, incluso, que han logrado desarrollarse hasta adquirir una especie de inmunidad al cáncer, y otros que, como si de una guerra civil se tratara, desarrollan un segundo tumor -llamado hipertumor- que se pelea contra el primero; un verdadero cáncer contra cáncer. ¿Cuáles son estas heroicas especies y, lo más importante, qué podemos aprender de ellas e incorporar a nuestro propio arsenal?

Ballena vs ratón

Antes de nada, definamos lo que entiende un biólogo con «cáncer». Las células a lo largo de su vida tienen un comportamiento comunitario, formando tejidos, incorporando los nutrientes en las cantidades adecuadas y trabajando en equipo. La realidad -siempre mucho más compleja- es que este comportamiento (o fenotipo) es fruto de una complejísima red de rutas metabólicas, sinergias poligénicas y estructuras proteicas que conforman una maquinaria finamente engrasada y en la que ningún eslabón de la cadena bioquímica puede fallar bajo amenaza de que el sistema entero se tambalee.

Hemos dicho que las células se comportan gregariamente, como en una colmena, por lo que si una célula falla en su función fisiológica (llamada homeostasia) esta es eliminada de la comunidad rápidamente. No solo las propias células contienen en su ADN mecanismos de suicidio, llamados apoptóticos, que se activan cuando algo va mal, nuestro sistema inmune se encarga de poner a raya cualquier célula rebelde que puede aparecer. Pues bien, justamente cuando aparecen mutaciones en estos anti-oncogenes la célula se vuelve ciega a sus propios errores y, a costa de sus compañeras, empieza a crecer indefinidamente y a captar recursos y nutrientes del organismo; en definitiva, la célula se ha convertido en un cáncer.

Un tumor es por tanto un juego de números y probabilidades en la que solamente una de las 10 mil millones de células humanas ha de transformarse a lo largo de la vida para que se manifieste la patología.

Dicho lo cual, te hago una pregunta; de los animales que conforman la portada del artículo, ¿quién tiene más probabilidad de sufrir cáncer? ¿El pequeño roedor o el enorme cetáceo? Quizás el término «Paradoja» con la que abro este texto otorgue alguna pista, pero de cualquier forma la respuesta me resulta fascinante. Es el ratón, contra todo pronóstico.

Este pequeño mamífero de apenas 25 gramos vive unos escasos tres años y sin embargo tiene más probabilidades de padecer cáncer que otros organismos como el Homo sapiens -de hecho somos 10 mil veces más resistentes al cáncer que ellos- o que cetáceos como la Balaena mysticetus. Esta ballena vive la friolera de 200 años y tiene mil veces más células que nuestra especie. Y, milagrosamente, aun teniendo más células y ser notablemente más longevas, que sufran cáncer es algo inaudito, con una incidencia marginal.

A esta aparente contradicción se le llama Paradoja de Peto y encierra un significado evolutivo mucho más profundo de lo que aparece a simple vista: si una especie quiere ser inmune al cáncer, esta debe enfrentarse cara a cara con él en la lucha evolutiva. Pero entonces; ¿cómo lo hacen?

Paradoja de Peto en el cáncer
Figura 1 | A medida que un organismo aumenta en peso y tamaño, ergo, en número de células, la tasa de aparición de cáncer (la línea de color naranja) debería aumentar proporcionalmente. Sin embargo, la realidad experimental nos muestra otra historia (línea azul). Fuente: Tollis, M. et al.

Resistencia al cáncer: si no la usas, ¿para qué la quieres?

Como toda paradoja, esta se puede solucionar de dos formas. La primera de ellas es obteniendo una conclusión diferente a partir de las mismas premisas. Sí, la lógica parece indicar que las especies pequeñas y de corta vida deberían tener menos probabilidad de cáncer, y esa es la causa, por la que la adquisición de mecanismos de regulación específicos a lo largo de su evolución no fue tan necesario. Si eres una especie que no sufre casi cáncer, la presión selectiva a la que estarás sometido será mucho menor. 

La evolución no forzó a los ratones a optimizar sus anti-oncogenes. En otras palabras, si una especie en un nicho ecológico concreto y condiciones dadas encuentra muy poco probable el enfrentarse a un adversario, ¿para qué se va a preparar? Sobre todo, teniendo en cuenta el estratosférico coste evolutivo que unos mecanismos de duplicación génica, protección cromosómica y reparación genética significan a largo plazo si no va a usarlos.

Por la otra parte, si fueras un animal de tamaño gigantesco y vida larga, tu única manera, tu única oportunidad de sobrevivir como especie sin convertirte en una esponja de tumores es a través de la adquisición de mecanismos ad hoc para protegerte contra ese mal. Es un ejemplo de la selección natural haciendo su trabajo; las especies más expuestas a dificultades en su supervivencia son las que de una u otra manera se ven obligadas a cambiar y adaptarse.

Hipertumores, sí, no es broma, has leído bien

Y, ¿ya está? ¿eso es todo lo que se les ocurre a los investigadores? Evidentemente no, y en realidad ya lo adelantaba antes; la segunda manera de resolver una paradoja como esta es cuestionar los axiomas en los que se cimienta. ¿Y si los grandes mamíferos en realidad sí sufren cáncer? ¿Y si resulta que tienen tanto cáncer que este es indetectable? Déjame que me explique y, como siempre, vayamos por partes:

Balaena mysticetus, nuestra ballena favorita, puede llegar a pesar más de 100 toneladas, lo que significa su masa corporal es 1300 veces mayor que la del adulto medio. Si nuestra nueva hipótesis es cierta, esto es, que sí que sufren cáncer, ¿cómo de gigantesco debería llegar a ser ese tumor sólido para que le causara algún daño sistémico? No me aventuraría a decir que 1300 veces más grande que uno humano, pero lo que está claro es que el tumor humano es, en escala, una pequeña e insignificante mota en el enorme y basto cuerpo del animal.

Esto explicaría fácilmente el porqué no sufren cáncer, pero sí tienen cáncer. Ahora, recuerda que las células de las ballenas no son más grandes que las nuestras; si el carcinoma es más grande eso es porque hay más células en él. El pensar que un tumor de esa envergadura se puede llegar a formar, sabiendo las necesidades nutricionales de estos, su inestabilidad para mantener un fenotipo concreto, y con el resto de células y leucocitos al acecho, resulta difícil de creer.

De por sí es una buena razón, pero puede haber una más: los hipertumores. Muchos tumores sólidos o sanguíneos se les denomina monoclonales, porque toda la masa tumoral nace de una única célula madre tumoral y todos sus sucesivos hijos son idénticos a ella -son de un único clon-, pero la realidad es que las células cancerosas son altamente propensas a mutar y cambiar, generando estirpes y cepas diferentes a sus progenitores.

Es dicha heterogeneidad del tumor la que otorga una gran resistencia a la quimioterapia, pero también puede provocar que las diferentes estirpes se peleen entre sí por los escasos recursos de su entorno; un tumor secundario que ataca al primer tumor; un hipertumor. No resulta complicado deducir por qué cuanto más grande es el animal más hipertumores tendrá; es una dinámica de tira y afloja; en el momento que aparece un tumor este comienza a crecer hasta que, de repente, aparece un segundo que desplaza al primero de su nicho ecológico, causando un conflicto que permite al sistema inmune acabar con ambos.

Conclusión

El cáncer es un ente evolutivo fascinante, y el que existan especies que han conseguido encontrar su propio equilibrio de supervivencia con él no es más que otro indicador de esperanza para nosotros. Quimioterapia, terapia génica, edición genómica, trasplantes autólogos o las novedosas células CAR-T, si ellos pueden, nosotros solo hemos de buscar. Buscar, o esperar a que la naturaleza haga su trabajo. Si los cetáceos desarrollaron una regulación rica y compleja es porque se tuvieron que enfrentar, como especie, al cáncer. Históricamente el ser humano ha terminado su vida antes de los 40 años a manos de infecciones y hambrunas.

Ese es nuestro equilibrio evolutivo. Ahora, y en menos de 150 años, hemos incrementado ese lapso de existencia hasta los 75 u 80 años gracias a la llegada de la civilización, los antibióticos y las vacunas. El incremento de nuestra esperanza de vida nos ha sacado del equilibrio que teníamos con la evolución y el desarrollo del cáncer. La evolución nos devolverá a dicho equilibrio, sin duda, pero solo espero y deseo no tener que depender de ella para solucionar nuestros problemas, ya se conoce cuál es el modo con el que la selección natural actúa en estos casos.

La civilización no causó el cáncer, pero lo liberó y reveló

SiddHartha Mukherjee en El Emperador de todos los Males

Bibliografía

Tollis, M., Boddy, A.M. & Maley, C.C. Peto’s Paradox: how has evolution solved the problem of cancer prevention?. BMC Biol 15, 60 (2017). https://doi.org/10.1186/s12915-017-0401-7 Explicación académica completa sobre la paradoja de Peto

Mukherjee, S. The Emperor of All Maladies: A Biography of
Cancer. (2010)
Libro estilo ensayo que aborda el cáncer desde una doble perspectiva: la clínica y la evolutiva

Partridge L. Evolutionary theories of ageing applied to long-lived organisms. Exp Gerontol. 2001 Apr;36(4-6):641-50. doi: 10.1016/s0531-5565(00)00232-1. PMID: 11295505. Revisión sobre las nuevas teorías del envejecimiento desde la evolución.

¿Por que a las ballenas azules no les da cáncer? – Kurzgesagt – In a Nutshell via YouTube Excelente vídeo resumen de algunas de las conclusiones de este artículo

Foto de portada de Ricky Kharawala y de Todd Cravens en Unsplash

Andrés Gordo Ortiz

Andrés Gordo Ortiz

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